(...)
Conocí a Alfredo hace años en la Universidad de Windsor, Canadá, casi bajo la nieve que nos mantuvo encerrados cinco días durante un coloquio de escritores hispanoamericanos al que asistieron como figuras principales Manuel Puig, Salvador Elizondo, Ernesto Mejía Sánchez, Vicente Leñero. Ahí Alfredo, con su ingenio habitual, le contó a un público sumamente atento cómo escribía (casi sin corregir), mientras yo deseaba que alargara lo más posible su intervención porque el siguiente era mi turno. Cuando éste llegó, a mí, paralizado por el miedo, no se me ocurrió otra cosa que decir: «Yo no escribo; yo sólo corrijo», lo que al público, no sé por qué, le pareció gracioso y comenzó a reírse y a aplaudir, y a mí me dio la impresión de que los estudiantes y los maestros tomaban la cosa como que yo estaba diciendo que mi forma de escribir era mejor que la de Bryce y ya no pude decir nada más, ni mucho menos ponerme a dar explicaciones; pero Alfredo, que aparte de un gran escritor es un hombre de mundo, lo tomó con humor y después en el pasillo nos confesamos riéndonos que ambos habíamos dicho lo que habíamos dicho nada más por miedo escénico. Desde entonces Alfredo y yo somos muy amigos y con frecuencia nos vemos ante una copa en México o en alguna otra parte, pero sobre todo aquí en Francia.
Fragmento de "Yo solo Corrijo" En: La letra E. Fragmentos de un diario
Augusto Monterroso
29 abril 2008
24 abril 2008
Carta de Gelman a la nieta o nieto, cuando solo sabe que existe
Ahora tenés casi la edad de tus padres cuando los mataron y pronto serás mayor que ellos. Ellos se quedaron en los 20 años para siempre. Soñaban mucho con vos y con un mundo más habitable para vos. Me gustaría hablarte de ellos y que me hables de vos. Para reconocer en vos a mi hijo y para que reconozcas en mí lo que de tu padre tengo: los dos somos huérfanos de él. Para reparar de algún modo ese corte brutal o silencio que en la carne de la familia perpetró la dictadura militar. Para darte tu historia, no para apartarte de lo que no te quieras apartar. Ya sos grande, dije.
Los sueños de Marcelo y Claudia no se han cumplido todavía. Menos vos, que naciste y estás quién sabe dónde ni con quién. Tal vez tengas los ojos verdegrises de mi hijo o los ojos color castaño de su mujer, que poseían un brillo muy especial y tierno y pícaro. Quién sabe cómo serás si sos varón. Quién sabe cómo serás si sos mujer. A lo mejor podés salir de ese misterio para entrar en otro: el del encuentro con un abuelo que te espera.
Fragmento de Carta abierta a mi nieta o nieto, Juan Gelman. Premio Cervantes, nació y sigue muy vivo
Los sueños de Marcelo y Claudia no se han cumplido todavía. Menos vos, que naciste y estás quién sabe dónde ni con quién. Tal vez tengas los ojos verdegrises de mi hijo o los ojos color castaño de su mujer, que poseían un brillo muy especial y tierno y pícaro. Quién sabe cómo serás si sos varón. Quién sabe cómo serás si sos mujer. A lo mejor podés salir de ese misterio para entrar en otro: el del encuentro con un abuelo que te espera.
Fragmento de Carta abierta a mi nieta o nieto, Juan Gelman. Premio Cervantes, nació y sigue muy vivo
21 abril 2008
Levas-me inteiro
Mais longe dos tecidos
Algures a germinar
Um ovo
Em estado de promessa.
Choro, talvez
Chore ainda mais ainda mais talvez
Lavas-me, escorro
De ti para as ruas ainda mais de ti
Seria simples imaginar
Uma das tuas maõs
Com os ossos da minha.
A outra, a carne.
Mas eu não gosto de coisas simples.
Mais longe dos tecidos
Algures a germinar
Um ovo
Em estado de promessa.
Choro, talvez
Chore ainda mais ainda mais talvez
Lavas-me, escorro
De ti para as ruas ainda mais de ti
Seria simples imaginar
Uma das tuas maõs
Com os ossos da minha.
A outra, a carne.
Mas eu não gosto de coisas simples.
Me llevas entero
Más allá de los tejidos
Germina en alguna parte
Un huevo
En estado de promesa.
Lloro, tal vez
Llore aún más aún mas tal vez
Me lavas, chorreo
Desde ti hacia las calles aún más de ti
Sería sencillo imaginar
Una de tus manos
Con los huesos de la mía.
En la otra, la carne.
Pero no me gustan las cosas sencillas.
Manuel Cintra (Lisboa, 1956).
Poema perteneciente a Carne dos dias, primera parte del libro Do lado de dentro (1981).
La traducción es mía (perdonad por el atrevimiento).
14 abril 2008
06 abril 2008
- ¿Y el final, Bufón de los Dioses? ¿Cuál será el final? - preguntó Ganesha.
- El final será como fue el principio, ¡perezoso hijo de Siva! La llama morirá en los altares y la oración en la lengua hasta que os volváis a convertir en dioses pequeños, dioses de la selva, nombres que los cazadores de ratas y los tramperos de perros susurran en la espesura y en las cuevas: dioses harapientos, diosecillos del árbol y la aldea, como fuisteis al principio. Ése es el final, Ganesha, para ti y para Bhairon... Bhairon el de las Gentes Comunes.
- Eso está muy lejos - contestó Bhairon con un gruñido -. Además es una mentira.
- Muchas mujeres han besado a Krisna. Le cuentan esto para sentir ellas alegre el corazón cuando llegan los cabellos grises, y él nos ha transmitido el relato - intervino el toro con voz baja.
- Sus dioses vinieron y nosotros los cambiamos. Yo tomé a la mujer y le di los doce brazos. Igualmente cambiaremos todos sus dioses - dijo Hanuman.
- ¡Sus dioses! No se trata de sus dioses, uno o tres, hombre o mujer. Lo que importa es la gente. Ellos se mueven, no los dioses de los constructores del puente - dijo Krisna.
- Así sea. He hecho que un hombre venerara el carruaje de fuego cuando estaba todavía quieto respirando humo, y no sabía que me estaba venerando a mí - intervino Hanuman el mono -. Ellos sólo cambiarán un poco los nombres de sus dioses. Yo conduciré a los constructores de puentes como en la antigüedad; Siva será venerado en las escuelas por los que dudan y desprecian a sus semejantes; Ganesha tendrá a sus mahajun, y Bhairon a los conductores de burros, los peregrinos y los vendedores de juguetes. Amado, no harán otra cosa que cambiar los nombres, y eso ya lo hemos visto mil veces.
- Seguramente que no harán más que cambiar los nombres - repitió Ganesha, pero entre los dioses se produjo un movimiento de inquietud.
- Cambiarán algo más que los nombres. A mí es al único que no podrán matar mientras las doncellas y los hombres se unan o la primavera siga a las lluvias del invierno. Seres Celestiales, no por nada he caminado sobre la tierra. Mis gentes no saben ahora lo que son; pero yo, que vivo con ellos, leo en sus corazones. Grandes Reyes, el principio del final ya ha nacido. Los carruajes de fuego gritan los nombres de dioses nuevos que no son los antiguos con nombres nuevos. ¡Bebed y comed ahora a lo grande! ¡Bañad vuestros rostros en el humo de los altares antes de que se enfríen! Seres Celestiales, recibid los cumplidos y escuchad los címbalos y los tambores mientras todavía haya flores y canciones. Tal como los hombres cuentan el tiempo, el final está lejos; pero tal como lo contamos nosotros, ya es hoy. He hablado.
- El final será como fue el principio, ¡perezoso hijo de Siva! La llama morirá en los altares y la oración en la lengua hasta que os volváis a convertir en dioses pequeños, dioses de la selva, nombres que los cazadores de ratas y los tramperos de perros susurran en la espesura y en las cuevas: dioses harapientos, diosecillos del árbol y la aldea, como fuisteis al principio. Ése es el final, Ganesha, para ti y para Bhairon... Bhairon el de las Gentes Comunes.
- Eso está muy lejos - contestó Bhairon con un gruñido -. Además es una mentira.
- Muchas mujeres han besado a Krisna. Le cuentan esto para sentir ellas alegre el corazón cuando llegan los cabellos grises, y él nos ha transmitido el relato - intervino el toro con voz baja.
- Sus dioses vinieron y nosotros los cambiamos. Yo tomé a la mujer y le di los doce brazos. Igualmente cambiaremos todos sus dioses - dijo Hanuman.
- ¡Sus dioses! No se trata de sus dioses, uno o tres, hombre o mujer. Lo que importa es la gente. Ellos se mueven, no los dioses de los constructores del puente - dijo Krisna.
- Así sea. He hecho que un hombre venerara el carruaje de fuego cuando estaba todavía quieto respirando humo, y no sabía que me estaba venerando a mí - intervino Hanuman el mono -. Ellos sólo cambiarán un poco los nombres de sus dioses. Yo conduciré a los constructores de puentes como en la antigüedad; Siva será venerado en las escuelas por los que dudan y desprecian a sus semejantes; Ganesha tendrá a sus mahajun, y Bhairon a los conductores de burros, los peregrinos y los vendedores de juguetes. Amado, no harán otra cosa que cambiar los nombres, y eso ya lo hemos visto mil veces.
- Seguramente que no harán más que cambiar los nombres - repitió Ganesha, pero entre los dioses se produjo un movimiento de inquietud.
- Cambiarán algo más que los nombres. A mí es al único que no podrán matar mientras las doncellas y los hombres se unan o la primavera siga a las lluvias del invierno. Seres Celestiales, no por nada he caminado sobre la tierra. Mis gentes no saben ahora lo que son; pero yo, que vivo con ellos, leo en sus corazones. Grandes Reyes, el principio del final ya ha nacido. Los carruajes de fuego gritan los nombres de dioses nuevos que no son los antiguos con nombres nuevos. ¡Bebed y comed ahora a lo grande! ¡Bañad vuestros rostros en el humo de los altares antes de que se enfríen! Seres Celestiales, recibid los cumplidos y escuchad los címbalos y los tambores mientras todavía haya flores y canciones. Tal como los hombres cuentan el tiempo, el final está lejos; pero tal como lo contamos nosotros, ya es hoy. He hablado.
Krisna dirigiéndose a los dioses en Los constructores del puente, de Rudyard Kipling (Bombay 1865 - Londres 1936)
[Traducción de Rafael Lassaletta]
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