La cerveza está bien.
Lo que está mal es el camino.
Y según cuenta el más antiguo de los libros, Enkidu, el amigo del rey Gilgamesh, fue bestia savaje hasta que descubrió la cerveza y el pan.
La cerveza viajó a Egipto desde la tierra que ahora llamamos Irak. Como daba nuevos ojos a la cara, los egipcios creyeron que era un regalo de su dios Osiris. Y como la cerveza de cebada era hermana melliza del pan, la llamaron pan líquido.
En los Andes americanos es la ofrenda más antigua: desde siempre la tierra pide que le derramen chorritos de chicha, cerveza de máiz, para alegrar sus días.
Eduardo Galeano. Espejos, Una historia casi Universal. Madrid, Siglo XXI, 2008.