EL OFICIO DEL POETA
Contemplar las palabras
sobre el papel escritas,
medirlas, sopesar
su cuerpo en el conjunto
del poema, y después,
igual que un artesano,
separarse a mirar
cómo la luz emerge
de la sutil textura.
Así es el viejo oficio
del poeta, que comienza
en la idea, en el soplo
sobre el polvo infinito
de la memoria, sobre
la experiencia vivida,
la historia, los deseos,
las pasiones del hombre.
La materia del canto
nos lo ha ofrecido el pueblo
con su voz. Devolvamos
las palabras reunidas
a su auténtico dueño.
José Agustín Goytisolo (Barcelona 1928 - 1999)
15 diciembre 2006
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10 comentarios:
Dos versos:
"separarse a mirar cómo la luz emerge"
y
"devolvamos las palabras reunidas".
Poco más hay que hacer con lo escrito, siento yo.
El problema, L, es cuando la luz que emerge apenas llega para verte los pies y no tropezar. Y cuando comprendes, siempre después de tantas páginas, que el auténtico dueño está algo más allá de la punta de tu nariz.
Ya sabes lo que me digo.
Y yo que pensaba
que pa ser poeta
sólo había que poner
las frases cortadas
una debajo de otra,
más o menos parejas,
pa que quede ajustao,
y leerlas en voz alta
con un ritmo raro
y al final de todo
colocar un punto.
;)
no
me
digas
que
esto
no
es
poesía?
La mía ha sido
la más gruesa de todas
la tuya rebeca
la más fina sin duda
y ésta, creo,
parece
una pirámide
demográ
fi
ca.
Je.
Mira Lara por donde ha salío... con un verso monosílabico de múltiple interpretación, lleno de cargas emocionales a gusto del lector, con una interjección que a golpe de jota mayúscula raspa para luego aterciopelarse al caer sobre una e corta, densa, abierta a un mundo infinito de posibilidades si no fuera porque el destino a través del toque suave de la diestra de Lara las ha cercenado con una guadaña ortográfica en forma de punto. Y tal.
Voy a ser algo más que monosilábico, al copiar largos extractos del Manifiesto populista de Lawrence Ferlinghetti, maravillosamente editado por Cumpián, y traducido de ir a comprar sombrero para poder quitármelo, yo que no lo uso, por Juan Bonilla.
No había participado porque estaba demasiado a favor de J.A. Goytisolo (en el momento histórico en que escribió el poema) y demasiado en contra de J.A. Goytisolo (si se siguiera entendiendo así en el momento histórico en que leemos el poema). Pero el poema de Ferlinghetti da la perspectiva de hoy. Sigo creyendo en el ramal intimista: tengo días y horas para todo (y para casi todos): pero el ramal de lo colectivo que cojo hoy es parecido a este que marca el poeta de San Francisco, el editor y librero de City Lights Books.
Sí señor.
El primero y los 4 últimos versos de la página 9 y todos los de la 12 y la 13. Como siempre, copio sin partir los versos.
Poetas, abandonad vuestros armarios
[...]
No hay tiempo para nuestros pequeños juegos literarios, no hay tiempo para nuestras paranoias y nuestras hipocondrías, no hay tiempo para el miedo ni para el enojo, sólo hay tiempo para la luz y el amor.
[...]
Poetas, descended a la calle del mundo una vez más y abrid vuestras mentes y ojos con el antiguo deleite visual, aclarad vuestras gargantas y hablad alto, la poesía está muerta, larga vida a la poesía de ojos terribles y fuerza de búfalo. No esperéis a la revolución o sucederá sin vosotros, parad de susurrar y gritar con una nueva poesía abierta de par en par, con un nuevo lugar público de sentido común con otros niveles de subjetividad otros niveles subversivos, un tenedor incrustado en el interior del oído para cavar la superficie. De vuestro propio dulce yo que aun canta hay que declarar la palabra colectiva la poesía el común vehículo para transportar al público a lugares más elevados de los que otros vehículos pueden alcanzar.
La poesía aún cae de los cielos a nuestras calles todavía abiertas. No han abandonado las barricadas todavía, las calles aún vivas con caras de adorables hombres y mujeres que se pasean aún por allí, hay criaturas adorables por todas partes aún, en los ojos de todos el secreto de todos sigue enterrado todavía, los niños salvajes de Whitman todavía duermen allí, despertaos y cantad al aire libre.
Los niños salvajes de Whitman... Escalofrío.
Grande, Nán, esta entrada. Mucho. Gracias. Lo desconocía.
Todo es cosa de Ferlinghetti, el último y viejo Beat (cuánto he amado y seguido a los beat, ya iré poniendo desde mi sitio) y de los andaluces: el malagueño Cumpián, y Jesús aguado, que dirige con él la colección el Bocado de Bárbara (tan bien cosido y encuadernado por Mª Isabel Ruiz, ¿lo escribí bien, Lara?, la de la verde luna) y traducciones de Bonilla y Álvaro y Aguado.
Dice en la introducción Aguado: "Con 84 años y no sé cuántas botellas de vino bebidas con sabiduría de maestro Zen, conserva una alegría y unos reflejos asombrosos: no del abuelo que podría ser de todos nosotros, sino del nieto de sí mismo que sin duda es".
¡Tling!
Y yo me digo, coquetamente envejeciendo: ¿No creéis que puedo ser el hijo de mí mismo que sin duda soy? (Un hijo ya mayorcito, dicho sea de paso).
Creo que voy a poder aportar a las islas un conocimiento mascado de los beat (desde Berlín).
Maestro administrador, ¿se le ha levantado ya la reprimenda a Olka para que desde las islas aumente nuestro conocimiento de la polski literatura?
¡Lo estoy deseando! ¿Olka! ¿Lo estoy deseando!
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