[Dos fragmentos del cuento titulado "Un experimento", pp. 63-64 y 69 de la edición de 2005 de los Compactos de Anagrama, traducción de Carmen Francí y Juan Gabriel López Guix.]
"―Al día siguiente [el tipo que había conocido en el bar] apareció y me dijo que el grupo me ofrecía lo que llamó un regalo surrealista. Les había llegado al alma el que no hubiera gozado todavía de los favores de una francesa y estaban dispuestos a reparar esa injusticia.
―¡Qué generosos!
"¡Qué fantasía!", es lo que pensé en realidad.
―Dijo que me habían reservado una habitación a las tres de la tarde del día siguiente en un hotel cerca de Saint-Sulpice. Dijo que también estaría ahí. Pensé que era un poco extraño, pero la verdad es que, ya sabes, a caballo regalado... "¿Para qué va a ir?", pregunté. "No necesito que me lleven de la mano." Entonces me explicó el plan. Querían que participara en una prueba. Querían saber si las relaciones sexuales con una francesa eran diferentes de las relaciones sexuales con una inglesa. Pregunté por qué necesitaban que les ayudara. Dijo que pensaban que tendría una respuesta más precisa."
"El segundo pensamiento se me ha ocurrido hace relativamente poco. Quizá ya haya mencionado que tengo cierta afición de principiante por los vinos. Pertenezco a un pequeño grupo que se reúne dos veces al mes: cada uno lleva una botella, y catamos los vinos a ciegas. Generalmente nos equivocamos, aunque a veces acertamos, por más que en este terreno lo que está mal y lo que está bien no deja de ser un asunto complicado. Si un vino te sabe a un Chardonnay australiano joven, en cierto sentido eso es lo que es. La etiqueta puede afirmar después que se trata de un caro borgoña, pero, si no lo ha sido en tu boca, nunca podrá llegar a serlo de verdad.
No es exactamente eso lo que quería decir. Quería decir que hace un par de semanas tuvimos un invitado especial. Es una conocida catavinos, y nos contó algo interesante. Al parecer, si coges una botella de dos litros, la viertes en dos botellas separadas y haces con ellas una cata ciega, es rarísimo que incluso bebedores muy experimentados adivinen que el vino de las dos botellas es en realidad el mismo. La gente espera que todos los vinos sean diferentes, así que su paladar insiste en que lo son. Dijo que era un experimento de lo más revelador, y que casi siempre funciona."
― Julian Barnes, del libro de cuentos "Al otro lado del Canal", que sólo leo durante viajes.
―¡Qué generosos!
"¡Qué fantasía!", es lo que pensé en realidad.
―Dijo que me habían reservado una habitación a las tres de la tarde del día siguiente en un hotel cerca de Saint-Sulpice. Dijo que también estaría ahí. Pensé que era un poco extraño, pero la verdad es que, ya sabes, a caballo regalado... "¿Para qué va a ir?", pregunté. "No necesito que me lleven de la mano." Entonces me explicó el plan. Querían que participara en una prueba. Querían saber si las relaciones sexuales con una francesa eran diferentes de las relaciones sexuales con una inglesa. Pregunté por qué necesitaban que les ayudara. Dijo que pensaban que tendría una respuesta más precisa."
"El segundo pensamiento se me ha ocurrido hace relativamente poco. Quizá ya haya mencionado que tengo cierta afición de principiante por los vinos. Pertenezco a un pequeño grupo que se reúne dos veces al mes: cada uno lleva una botella, y catamos los vinos a ciegas. Generalmente nos equivocamos, aunque a veces acertamos, por más que en este terreno lo que está mal y lo que está bien no deja de ser un asunto complicado. Si un vino te sabe a un Chardonnay australiano joven, en cierto sentido eso es lo que es. La etiqueta puede afirmar después que se trata de un caro borgoña, pero, si no lo ha sido en tu boca, nunca podrá llegar a serlo de verdad.
No es exactamente eso lo que quería decir. Quería decir que hace un par de semanas tuvimos un invitado especial. Es una conocida catavinos, y nos contó algo interesante. Al parecer, si coges una botella de dos litros, la viertes en dos botellas separadas y haces con ellas una cata ciega, es rarísimo que incluso bebedores muy experimentados adivinen que el vino de las dos botellas es en realidad el mismo. La gente espera que todos los vinos sean diferentes, así que su paladar insiste en que lo son. Dijo que era un experimento de lo más revelador, y que casi siempre funciona."
― Julian Barnes, del libro de cuentos "Al otro lado del Canal", que sólo leo durante viajes.
5 comentarios:
Lo que cuenta Barnes en el último párrafo: ¡inquietante!
Y apuesto a que es verdad. (No son horas para alguien como yo. Ya seguiremos).
¡Y ya era hora de que te activaras, Gerard!
Jajaja gracias. Estuve desconectado porque salí de unas vacaciones improvisadas del sábado 24 de marzo al domingo 1 de abril. Mi itinerario fue el siguiente:
Sábado 24 de marzo: tomé un avión de Mérida a la ciudad de México (DF), en donde me esperaba mi amigo yucateco Santiago, quien vino de Monterrey para los conciertos. Me quedé en casa de mi carnal Remi Álvarez, quizás el mejor saxofonista de free jazz de México, y en el DF vi a Hermeto Pascoal, el legendario músico brasileño, y luego a Fred Frith solo, el guitarrista experimental inglés.
Domingo 25 de marzo: tomé un avión para Monterrey con Santiago, y me quedé en su casa. Llegó mi amigo yucateco Julio, compañero de la universidad mío, y que ahora vive en Tabasco. Fuimos al concierto de Brujería, impresionante banda de death/grind/sludge metal, quizás el mejor concierto de heavy metal que haya visto en mi vida.
Lunes 26 de marzo: Estuve en Monterrey todo el día.
Martes 27 de marzo: a las 3 de la mañana tomé un autobús para Nuevo Laredo, México, frontera con EEUU, y a las 6:45 otro camión de Nuevo Laredo a Dallas, Texas. Primera vez que cruzo la frontera directamente (siempre lo había hecho por avión).
Llegué a Dallas a las 7 de la noche. Me quedé en casa de Dennis González, excelente trompetista de free jazz, y fui atendido por sus hijos Aaron (contrabajista de mi edad, 27 años) y Stefan (gran baterista de 21 años). Esa noche vimos al dúo de improvisación Tidbits en un bar de Dallas.
Miércoles 28 de marzo: más fiesta en Dallas.
Jueves 29 de marzo: Aaron, Stefan y yo salimos en coche para Austin, Texas, en donde nos encontramos con el trombonista de Houston Brian Allen (quien vino a Mérida en enero) y al percusionista electroacústico de Austin Chris Cogburn, quien me ofreció alojamiento. Vimos el impresionante concierto de la legendaria big band holandesa de free jazz ICP Orchestra.
Viernes 30 de marzo: seguimos en Austin. Me entrevistaron en el programa de radio de PG Moreno, el promotor de free jazz más importante de Austin, y pude explicar sobre el trabajo de organización de la escena de improvisación que hago en Mérida. Compré un chingo de viniles. En la noche vimos el concierto de la Creative Opportunity Orchestra de la cantante Tina Marsh, otra big band de free jazz, en donde tocaba Brian.
Sábado 31 de marzo: en la mañana tomé un avión de Austin al DF, y en la noche vi al que quizás ha sido el mejor concierto de jazz puro de mi vida, el Dave Holland Quintet. Después del concierto estuvimos despiertos Santiago y yo hasta las 8 de la mañana, con mi amigo yucateco Gilberto, guitarrista de jazz que nos ofreció alojamiento.
Domingo 1 de abril: tomé un avión de vuelta a Mérida.
* * * * *
Ya empecé con el proceso de poner fotos en el blog; ¡aún quedan muchas fotos y varios videos que subir!
me ceno las uñas de pura envidia!
¡Qué suerte que yo no necesito cenar, porque mi envidia es la misma! (puro beat). Olka, ¿cómo va el "Proyecto Terracitas?
Ya vi fotos tuyas con los héroes del freejazz, incluida la de ese pobre chico que está en su sillón incorporado para la foto, muy atento y amable, ¡y un segundo después se ha desplomado!
En Malverde, o en otro sitio, tienes que contar esas cosas detalladamente, pero casi como si fuera ficción: empezar a lo Kerouac y a ver por dónde va saliendo Viva México Cabrones.
Me encantaría acompañarte en una ronda de esas. Aunque me pasaría las dos semanas tomando y quedándome dormido en cualquier taburete, hasta que me despertaras y dijeras "Hey, Nán, se acabó el concierto, nos vamos a otro sitio". Luego, en Madrid, te leería contar lo que hemos hecho y sería estupendo.
Recuerdo los 250 CDs de jazz que Ger fue acumulando en su armario de los calcetines de Pella y que comenzaron con un pedido de como 30 cds por 30 centavos de dólar americano, o alguna paranoia de oferta así, que resultó ser cierto. Yo pedí también CDs que luego olvidé en un estuche azul marino, bajo un asiento del Greyhound San Francisco-Chicago, a la altura de Reno, Nevada. Me enorgullezco (lo que me dejen) de haber sido testigo de la gestación de una pasión que dará como poco una colección de discos por la que se pelearán los connoisseurs y (esperemos) las instituciones públicas mexicanas cuando Gerardo la espiche (dentro de cientos de años).
Puro beat, güey. También On the road llegó en ese año: Ger lo recomendó y me lo compré en la propia City Lights. Me fascinan sobre todo los viajes horas intempestivas: coger un coche desvencijado a las 2 de la mañana para desayunar dos estados más allá en casa de un músico de freejazz que no te esperaba. Dada la hora, yo las uñas me las tomaré de aperitivo, jeje.
¡Un abrazo fuertísimo!
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