En el camino comprendí mi error: el pibe no era retrasado sino rolinga, que es una tribu urbana de Buenos Aires. De ahí la extraña forma de caminar y el aspecto de mogólico. Había llegado a Madrid hacía cuatro meses, pero tenía muy difícil el asunto de los papeles: padre desconocido y ascendencia italiana por parte de abuela materna, todo mal. Vivió sus primeros veinticuatro años en San Martín, y hace poco le robó la moto a su hermano, la vendió y se compró un pasaje.
Me llevó encañonado hasta el ServiCaixa de la calle Arenal y me hizo sacar quinientos euros con la tarjeta, que es el máximo permitido. Como me faltaba media hora para entrar a trabajar, nos fuimos a un bar de Sol a tomarnos unas cervezas que quiso pagar él (es un decir). Yo estaba en el posparto del terror, un estado idílico en donde cualquier cosa, menos la muerte, es una buena noticia.
Hablamos de fútbol, de música y de cocaína. Él tenía problemas muy graves con la cocaína, porque acá es malísima y no le pegaba. Me dijo que en San Martín tenía una banda y una novia, y que a veces le parecía que haberse venido para acá había sido un error. El tema de no tener papeles, en las dos acepciones, lo volvía loco. Y como no conseguía trabajo, me dijo, algunas noches salía a robar por la calle.
Yo estaba eufórico, y no me costó mucho emborracharme escuchando sus historias del Gran Buenos Aires. Cuando vivís en otra parte el tono nacional te transporta, redescubrís palabras olvidadas y casi cualquier discurso suena ingenioso y seductor. Además el rolinga me decía ‘vieja’, y eso, después de un tiempo largo de 'tío' y 'chavalote', es impagable.
Cuando nos apagaron las luces del bar, salimos a la calle los dos un poco estúpidos, abrazados para no tropezarnos. Yo tenía que entrar a la oficina (ya llevaba una hora de retraso) y me daba vueltas la cabeza. Él dijo que se iba a dormir.
—¿Querés que te deje diez mangos para desayunar? —me preguntó.
—No, todo bien. Un robo es un robo.
—Si hubiera sabido que eras argento no te choreaba —se disculpó por quinta vez en la noche—. Pero de verdad: portás cara de gallego.
—Me vas a hacer calentar.
—Posta, fiera: tenés los ojos juntos —y me puso otra vez la pistola en el entrecejo, pero esta vez sin maldad, con afán señalador.
Ahora el metal helado me resultaba amistoso, y me espanté el caño de la cara con la mano abierta, como si fuera una mosca de verano. Él guardó el arma y nos despedimos con un abrazo.
—¿Sabés el chiste de los dos argentinos que quieren entrar a un boliche en España? —le dije desde lejos.
Negó con la cabeza.
—Hay un guardia en la puerta. Un argentino le dice al otro: “¿Y si le avisamos que somos argentinos?”. Y el otro contesta: “No, dejá, que se joda”.
—¡Malísimo! —me gritó el rolinga con una sonrisa en la boca, y se metió en un taxi que le pagué yo. De onda.
Hernán Casciari, (Buenos Aires 1972), Primer asalto.
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5 comentarios:
Me parto de risa. La historia del Pacto entre caballeros de Sabina, pero más creíble, porque al final el chorizo hace lo que tiene que hacer, que es robar.
Y el chiste de los dos argentinos en la fiesta es buenísimo, no malísimo :D.
¡Me lo he pasado como los monos! Apuntado queda el pibito este.
Bienvenido, David :)
A mí ese chiste me lo contó un colega argentino, José-Walter, y me hizo una gracia enorme.
Y sí, el texto es para reírse.
¡Bienvenido!
Gracias, gracias. El tipo este es un crack. Tiene un blog, http://orsai.es, donde va poniendo los cuentos, y ahora ha sacado un libro y el post en el que explica cómo ha conseguido que le dejen mantener publicados los cuentos en el blog es para ponerse de pie y darle un aplauso.
Además, habla de series de televisión en un blog que tiene en El País. Y no sólo habla de ellas sino que siempre, absolutamente siempre, termina su parrafada diciendo cómo puede uno bajarse la serie y verla. Y con las perlas que me ha descubierto yo le tengo un cariño...
Un verdadero descubrimiento. ¡Vaya lenguaje tan vivo!
Le presento mis respetos
Qué bueno el blog de este chico!
Gracias por el descubrimiento y por el texto. Automaticamente se me apareció Eduardo Darín! jajaja! (muchas pelis, condicionan, es lo que tiene)
Y aunque somos los dos igual de novatos, pues bienvenido también. Nos vemos en el Bremen (Dios, que perdada ando)
Besos
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