21 diciembre 2007

Una confusión cotidiana

A tiene que concretar un negocio importante con B en H. Se traslada a H para una entrevista preliminar, pone diez minutos en ir y diez en volver, y en su hogar se enorgullece de esa velocidad.
Al día siguiente A vuelve a H, esa vez para cerrar el negocio. Sale temprano. Aunque las circunstancias (al menos en opinión de A) son precisamente las de la víspera, tarda diez horas esta vez en llegar a H. Lo hace al atardecer, rendido. Le comunican que B, inquieto por su demora, ha partido hace poco para el pueblo de A y que deben haberse cruzado por el camino. Le aconsejan que aguarde. A, sin embargo, impaciente por la concreción del negocio, se va inmediatamente y retorna a su casa. Esta vez, sin prestar mayor atención, hace el viaje en un rato. En su casa le dicen que B llegó muy temprano, inmediatamente después de la salida de A, y que hasta se cruzó con A en el umbral y quiso recordarle el negocio, pero que A le respondió que no tenía tiempo y que debía salir enseguida.
Pese a esa incomprensible conducta, B entró en la casa a esperar su vuelta. Ya había preguntado muchas veces si no había regresado todavía, pero continuaba aguardando aún en el cuarto de A. Contento de poder encontrarse con B y explicarle todo lo sucedido, A corre escaleras arriba. Casi al llegar, tropieza, se tuerce un tobillo y a punto de perder el conocimiento, incapaz de gritar, gimiendo en la oscuridad, oye a B —tal vez ya muy lejos, tal vez a su lado— que baja la escalera furioso y desaparece para siempre.
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La construcción de la muralla china y otros relatos.
Franz Kafka (1883-1924)

4 comentarios:

NáN dijo...

Vaya máquina del lenguaje y el pensamiento, para deshacer las certidumbres que sostienen lo peor de la vida.

Muchas veces he dicho que los libros de muchos de los grandes debieron quedarse olvidados en cajones, tras los rechazos de editores que solo querían repetciones de lo que había gustado. Pero es cierto que la grandeza de los grandes está justificada. De las tres o cuatro grandes ramas de la fértil literatura del siglo XX, la de Kafka es firme y sólida; tanto como no lo es la falsa realidad en la que nos movemos.

Gemma dijo...

¡Su enredo disparatado hasta resulta divertido, de tan loco!

...Es tan fácil, además, reconocernos en este absurdo que describe...

Lara dijo...

(Pitoniso, K.)

(O sea, que Quim Monzó y otros nacieron hace mucho y no se llamaban así.)

Un beso, Conde!

Anónimo dijo...

Su poco de Borges y Cortázar, le veo yo también (aparte de Monzó que lo tenía dormidito en una repisilla!), con lo poco que yo he visto esas pelis :)

Me lo he pasado en grande!!

Gracias, Sr. Conde.

Fdo. Sr. Marqués