Como no podía ser de otra forma le dedico este fragmento a Lara, que me dibujó un mapita para llegar a estas playas.
"Crevel desconfía y lo comprendo. Entre la Maga y yo crece un cañaveral de palabras, apenas nos separan unas horas y unas cuadras y ya mi pena se llama pena, mi amor se llama mi amor... Cada vez iré sintiendo menos y recordando más, pero qué es el recuerdo sino el idioma de los sentimientos, un diccionario de caras y días y perfumes que vuelven como los verbos y los adjetivos en el discurso, adelantándose solapados a la cosa en sí, al presente puro, entristeciéndonos o aleccionándonos vicariamente hasta que el propio ser se vuelve vicario, la cara que mira hacia atrás abre grandes los ojos, la verdadera cara se borra poco a poco como en las viejas fotos y Jano es de golpe cualquiera de nosotros. Todo esto se lo voy diciendo a Crevel pero es con la Maga que hablo, ahora que estamos tan lejos. Y no le hablo con las palabras que sólo han servido para no entendernos, ahora que ya es tarde empiezo a elegir otras, las de ella, las envueltas en eso que ella comprende y que no tiene nombre, auras y tensiones que crispan el aire entre dos cuerpos y llenan de polvo de oro una habitación o un verso. ¿Pero no hemos vivido así todo el tiempo, lacerándonos dulcemente? No, no hemos vivido así, ella hubiera querido pero una vez más yo volví a sentar el falso orden que disimula el caos, a fingir que me entregaba a una vida profunda de la que sólo tocaba el agua terrible con la punta de pie. Hay ríos metafísicos, ella los nada como esa golondrina está nadando en el aire, girando alucinada en torno al campanario, dejándose caer para levantarse mejor con el impuso. Yo describo y defino y deseo esos ríos, ella los nada. Yo los busco, los encuentro, los miro desde el puente, ella los nada. Y no lo sabe, igualita a la golondrina. No necesita saber como yo, puede vivir en el desorden sin que ninguna conciencia de orden la retenga. Ese desorden que es un orden misterioso, esa bohemia del cuerpo y el alma que le abre de par en par las verdaderas puertas. Su vida no es desorden más que para mí, enterrado en perjuicios que desprecio y respeto al mismo tiempo. Yo, condenado a ser absuelto irremediablemente por la Maga que me juzga sin saberlo. Ah, dejame entrar, dejame ver algún día como ven tus ojos."
Rayuela. Capítulo 21.
Julio Cortázar
26 octubre 2006
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
3 comentarios:
Bienvenida, Isobaras.
Espero que te remojes a gusto en estas aguas raras.
Brindo por la primera vez que oí tu nombre, en el pabellón aquel mexicano de la avenida de la Palmera, donde Sevilla hace honores a los del otro lado...
Y dijiste Cortázar (y qué pequeña era yo, y tú más aún), y luego Tom Waits (y yo dije, al respecto de este segundo, ¿quién coño será ese magnífico?), y luego todo lo demás.
Compañeros de los veranos siberianos: acaba de entrar en nuestras playas una mujer excepcional. Espero la disfruten.
De Cortázar a Waits parando un rato en una ranchera sevillana, menuda sombrilla de fieltro se nos acaba de abrir a sotavento! Bienvenida Isobaras.
Por Lara, por Miguel, por la Maga.
Bienvenida.
Aunque no sea del todo cierto que se vaya sintiendo menos y recordando más. (Al menos yo tengo cada vez menos memoria).
Publicar un comentario