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Por fin tomó una decisión: se quedaría sentado toda la noche delante de su mesa camilla para descubrir cómo ocurrían las misteriosas apariciones y desapariciones; así que se echó una siesta más larga que de costumbre para no tener sueño por la noche y a eso de las diez y media se encerró en la habitación, colocó el tomo segundo en la camilla y se dispuso a esperar pacientemente: las once... las doce... la una. Nada, allí no pasaba nada. A la una y media, cuando estaba a punto de meterse en la cama, harto ya de esperar, contempló estupefacto que el libro se estaba abriendo pero no del todo, solo un poquito, como cuando se deja un lapicero entre las páginas. Algo se movía dentro. La primera idea que tuvo don Anselmo fue mala: dar un manotazo en el libro y terminar de una vez con quien revolvía en su enciclopedia, pero como era una idea mala la rechazó, porque los años le habían enseñado que es falso que las primeras ideas sean las mejores. Se decidió, pues, por la segunda: esperar a ver en qué quedaba aquello.
Dentro del libro algo seguía moviéndose, hasta que pudo ver cómo asomaba entre las páginas la cabecita rubia de una niña. ¿Una niña o una muchacha? Tenía unos bellísimos ojos, ¿azules o grises?, y al asomarse, sus largos cabellos, coronados de flores, colgaban por el canto inferior del libro. De repente, la niña debió de darse cuenta de que aquel señor estaba allí mirándola, porque se ocultó precipitadamente en la página, se oyó como un rumor de hojas secas dentro del libro y todo quedó en calma. Pero allí estaba la prueba de que don Anselmo no veía visiones: en el tomo ya cerrado, una diminuta flor azul colgaba aprisionada por el tallo. Abrió el libro con mucho cuidado por aquella página. Y ¡qué página!: La Primavera, el cuadro de Botticelli.
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Jesús Arribas
(Pradosegar, Ávila, 1940)
Fragmento del cuento La primavera en el tomo segundo, contenido en el volumen El cuento de todos los días (Madrid, Mandala-Lápiz Cero, 2006)
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1 comentario:
"Los años le habían enseñado que es falso que las primeras ideas sean las mejores. Se decidió, pues, por la segunda: esperar a ver en qué quedaba aquello."
...Probablemente lleve razón el narrador. (Personalmente, no desdeño jamás el primer impulso por el cual se manifiesta la expresión. Hay que seguir su hilo para ver hasta dónde nos conduce, y ya luego, creo, pulir y repulir).
El fragmento, siendo hermoso, resulta hasta simpático (por la flor que queda colgando, atrapada, de la página...)
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