27 marzo 2009

Algunos sonetos de José Lezama Lima

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De "Venturas criollas" [Cuba, 1960]:

IX

Como el teje se rompe con el maneje,
y como el guante, cuchillo del buen dedo.
La línea del horizonte a su cama de harina
y el recuerdo se acoge al borde de los labios.

A su reseco cascabel emporio templado
y es la semilla escándalo, compay de buena suerte.
Como el exceso sangra a su hachazo, y el cordaje,
cabello a cabello sangra y es manchón.

El ojo seco se enlaza a la semilla,
si lo tiramos contra la tierra abre un fajín,
de donde saltan las viejas acuñaciones, reina

tambora, glap, mejillas, mariscos apestados.
La suerte abre a la reina gordinflona
y esconde su canguro en las dos tetas.


X

Cada parcela se adentra a su pocillo,
cada color tiene su boca de agua.
Vender las tierras bajas con pozos falseados
es un tapabocas, esconder puercos por las palmas.

Las tierras restallan su espiral, con ladrillos
viejos se cubren las ijadas, y el pocero,
seco elemental, enjutado, pendula la necesidad,
y va por dentro, mano a la raíz de la lechuga.

El pocero descuida las persianas del pozo.
Cuando hace alcohol, la tierra seca el agua,
y el agua enjuta se trueca en la lombriz.

El pocero se fue a ver una hija que nadie la tenía,
por la mañana cambió la cinta carmelita del sombrero.
Cuando regresa, el recién puerco cava y llora en el melón.


XIV

Ver una hoja, igualarse a lupa de espalda;
recorrer, matinal, a tiento de gusano,
crujir las piedras de una nervadura, tozuda;
como cuando el caballo masca el grillo, suprimiendo

la lengua, pisándola con sus cascos, siguiéndola
con los clavos, basta lengua con clavos de olor.
Ver una hoja es sentir como alguien la envuelve
en la colcha de la boca del horno en ruinas.

La hoja viene al círculo hecho por la mano;
forma el gallo verde en la combustión piramidal,
gallito que no quiere ir a la cruz del círculo.

Su volverse a levantar es mero éxtasis de estilo,
empujón que enfatiza tronando en la veleta,
soltar piernas largas en el trasmundo decadente.


XXII

Es cierto lo del oleaje de los bailes,
tienen la tapa que sobrevive al cerco,
el nadante por el techo pechugado,
el nadado tirado a volar sobre la orquesta.

Se siente metido por pulpa de un oscuro
y cabecea en una orilla amaneciendo,
de las dos carnes que le cubren vano sería
poner el cristal frente a su cuero.

El baile ahora lo cubre y lo hace entero,
en la interpuesta cascada ya se escucha
y se vuelve a entonar en la otra línea.

La impulsión le regala el peldaño
que desconoce, la siguiente línea, la otra.
Es cierto lo del... reencuentro de dos desconocidos.


XXVII

La noche va a la rana de sus metales,
palpa un buche regalado para el palpo,
el rocío escuece a la piedra en gargantilla
que baja para tiznarse de humedad al palpo.

La rana de los metales se entreabre en el sillón
y es el sillón el que se hunde en el pozo hablador.
El fragmento aquél sube hasta el farol
y la rana, no en la noche, pega con su buche el respaldo.

La noche rellenada reclama la húmeda montura,
la yerba baila en su pequeño lindo frío,
pues se cansa de ser la oreja no raptada.

La hoja despierta como oreja, la oreja
amanece como puerta, la puerta se abre al caballo.
Un trotico aleve, de lluvia, va haciendo hablar las yerbas.


-- José Lezama Lima [La Habana, 1910-1976]

3 comentarios:

NáN dijo...

Reconozco que los he leído varias veces y me superan estos sonetos no rimados. Como sé, por Paradiso, de la sutil sonoridad de este autor, vengo, los leo... y no los pillo.

¡Qué bueno verte por aquí, Gerardo! Unos amigos (también de Lara y de Miguel) van pronto a México y les insisto en que pasen por tu ciudad para que les enseñes la modernidad.

Un abrazo.

Gerardo dijo...

¡Qué onda, Nán! Cuánto tiempo sin leerte. Yo soy gran fan de la poesía (más que la prosa, aún) de Lezama Lima. La musicalidad de esos sonetos me avasalla.

¿Cuándo van a ir a México estos amigos que mencionas? Yo ando en California ahora (haciendo la maestría en traducción e interpretación), pero todo parece indicar que voy a estar en Mérida de finales de mayo a principios o mediados de julio...

¡Un abrazo!

NáN dijo...

Tú lo has dicho Gerardo, musicalidad. Pero es condenadamente difícil el tío. La lectura de Paraíso, que me dejó traspuesto, también me costó muchísimo.
Lezama Lima desborda. Y su poesía la desconocía.

Uno de esos amigos es David, el que puso el post después del tuyo, y la otra es Aroa, que algo habrá puesto por aquí. Gente del taller y genial. Yo creo que irán para entonces.

Un abrazón.

Por cierto, eso de que ibas a venir una Nochevieja... ¿En qué quedó?