21 julio 2007

PEREZOSA

He estado mirándote mientras dormías. He querido ver en tus párpados cerrados algún suceso inexplicable, un prado sembrado de flores amarillas, la violencia del amor cuando desaparece. Te he mirado muy de cerca, acercando mi nariz a tu rostro, y he podido sentir tu respiración llena de vértigo. Sé que estabas atrapada. A ti el sueño te consume. Noto un brillo extraño en tu frente, no puedes despertar. Andas a tientas, olvidándote del desparpajo que tiene tu cuerpo cuando camina frente al mar, o cuando sale de la ducha. Ahora vas así, con pasos de miedo, por un sitio demasiado profundo, con las piernas enterradas hasta las rodillas y los pies descalzos, y sé que quieres salir de ahí, del campo lleno de fresas mustias donde te has metido, de esa casa con pasillos eternos que es una recopilación de todas las casas donde nunca has estado, y sé que en cada habitación por la que pasas te encuentras con personas que ya no están en tu mundo, que ya han salido de él (a hurtadillas, dejándote anegada y mutilada). Sé que en la habitación número cuatro has visto (y no has podido gritar, porque en los sueños no se grita) cómo tu abuela desaparecía dentro de las sábanas de una cama enorme, cómo unos niños mordían lubinas recién pescadas, cómo esa mujer que no conoces (y con quien tantas veces sueñas), besa apasionadamente la boca donde estuviste encerrada durante tantos años. Tu boca. Su boca. Esa mujer besa tu casa, que ahora es su casa. Sé que tu corazón está agitado, pero en el fondo no quieres volver a la superficie. Te gusta dormir. Te gusta tanto dormir. Yo no me preocupo, porque cuando despiertes no recordarás nada; tú ya sabes pasear por los sueños durante horas sin traerte los fantasmas (con máscaras de carnaval, con trajes de antiguos, con reproches) a la vida. Nadas en profundidades que te pertenecen, te das la vuelta en la cama. Pero no despiertas. Ahora no te apetece salir. Allá dentro no está oscuro, lo sé, huele a tabaco y a sal, se pone el sol por la playa a la hora que quieres. Veo en tu nuca el espigón que corta el horizonte de tu infancia. Toco tu boca, con tus propios dedos toco tus labios, te escribo buenos días, buenas tardes, buenas noches, porque duermes durante horas, profundamente duermes y te olvidas de que el mundo existe, de que te estoy esperando para vivir, de que siempre se te hace tarde para todo. Beso tus párpados. Ahora sé que sueñas conmigo. Y me despierto.

Lara Moreno (nacida en el Sur, hace muy poco), texto incluido en Mujeres que sueñan; uno de los treinta y tantos textos. Colección Puerta del Mar, 93. Málaga, MMVII

17 julio 2007

Más Cumpián


No te fíes

hubo
una vaga excusa
un meteoro
un cántico funesto
un aleteo


Sábado de difuntos

Bajo la lluvia de noviembre
crisantemos castañas asadas lucecitas
y la gente que corre ajetreada
los tirones los cines y las citas

Sábado de difuntos por la tarde
la cerveza bajando y el canuto
compañero fogoso que fenece

Maribel entra y sale con visillos
los libros y las fotos los pinceles
el verso patizambo los recuerdos

Y en mi mente instalada dictadora
la duda que no deja de incitarme
a buscar más allá de mis confines

Sábado de difuntos muy calmado
soñando con un sueño repetido
los amigos que fueron y se fueron
la lluvia en los cristales golpeando

De Interior con manzanas (1983)


No he de decir del mundo
duele hondo
aquello que te toca como hermano

La vida es otra cosa
a veces tan tremenda
pero otras
el milagro
las luces
la alegría

No he de decir del mundo
pues no sé
si acaso esa pregunta es necesaria

El tiempo pasa
florecen los almendros
y yo no puedo verlos desde aquí


De Habitación final (2000)


Versos heridos

I.

La soledad del canto de las grullas
La soledad de Berna
de la ciudad de Berna
La risa y el silencio de Bárbara
Y la imposible cordura
del circo trashumante
los tigres enjaulados
los besos

Mentiras
las eternas mentiras
para sobrevivir
se yerguen
y ordenan el mundo a su manera

Ésa es la guerra
la forma de matar
ya hemos llegado

IV

(Sueño)

Se me aparece
una mujer en la noche
es agresiva y obscena
y me acusa
de lo que ella es

De Para Laura y otros poemas (2006)

16 julio 2007

Nos salvó la distancia
ese conjuro
a la cotidianidad


De Vulgar parodia (1989)
Sacado a su vez de La esquina dorada. Poesía 1983.2006 (2007)
Francisco Cumpián (Antequera, Málaga, 1951)

08 julio 2007

notations casi musicais à propos de la göttliche superbia del translator che non se stanca de tropezar

El traductor aprende las lenguas en desorden
renuncia al orden alfabético
se acerca con recelo a los diccionarios
(los bilingües son anoréxicos)
se enfrenta a la excitante (lo difícil excita) tarea de recrear atmósferas
husmea en los estantes de la biblioteca y de su imaginación
con la memoria escarba en la infancia de las palabras
(memoria biológica, afectiva, mental, psíquica, se lee en Giacinto Scelsi)
rompe amarras aunque sea siervo libre de amor del texto que traduce

incide con buril de grabador
representa
reproduce un texto escrito y escribe un nuevo original
lee rememora entrelinea incorpora ronda merodea
tiene manías esquizoides
es el otro es el texto soñado por el otro es él quien sueña al otro y lo traslada
lo acuesta en la cuna lo mece
lo abriga le hace mimos lo adopta
(o lo pare, o lo pare, fuera de género)
lo pone momentáneamente fuera de la ley
se convierte él mismo en legislador del texto ya escrito
descifrar es arte próximo a la obsesión
contiene la epilepsia la locura divina
y entonces escribe desde el flechazo del texto leído
se enamora se muere de amor se sacude
las convulsiones están formadas de palabras en desorden
el caos viene se regodea en el caos altérase
pecaminoso altera el orden natural de las cosas
lee ajeno al dogma abandona el dogma se derrite se erige en
lector de nuevo lector al fin legislador
no hay moral que lo arredre
a no ser la moral que dicta el texto

(esa estética de lo bendito, de lo bien dicho, de la construcción, de las vigas, del soporte
bienhechor de las palabras)

el traductor es un gerundio
el traductor se llama Traduciendo
el yendo de aquí para allá
el trajinando
el tropezando que escribe
y hay que encontrar lo que no hay en la frase escrita en ese Idioma cualquiera
idear el idioma
tiene bemoles la cosa

sea el texto monocorde, dodecafónico, polifónico, vía de un solo sentido, contramano,
velocidad moderada, au rebours, vértigo andante y alegretto

Traduciendo musica (primera conjugación, tercera persona)
oscila entre lo melódico y lo melancólico
entre lo apelativo y lo peliagudo
se impregna entrando en la página como si fuese una partitura
tararea canturrea solfea (su voz peligra pero cantando aprende)

especialista en mudanzas, artista de la metáfora que es una furgoneta que traslada los
baúles (hay palabras que son baúles) los muebles los vestidos de la retórica la coloración de
las paredes los cristales empañados (también se los lleva, también) junto con las palabras dibujadas con el dedo en el cristal

cargando además con la fe de erratas donde dice debería decir, algunas notas por si las
moscas (musicales críticas etimológicas históricas amables colmadas)

porque Traduciendo asimismo dibuja (no a sí mismo, a lo otro, al otro), artífice fijador
de lo real que es ficción cuando no hay realidad posible ni ficción ajena, lo que dice el texto
es otra verdad que contiene otra verdad que se sale de la norma de la verdad fingida

norma horma, no la horma de su zapato, la horma en la que se unen extrañamente las
hormas de los pasos que en el mundo han sido pero que, aun así, al final, atando cabos y
cordones, preserva su número de calzado:

1) los zapatitos me aprietan
2) lucha con los borceguíes, como en Esperando a Godot o
3) como Alicia, cuyo pie aumenta según o disminuye según
4) en fin, que no hay tienda que lo entienda a Traduciendo

y al final pone en escena el texto dibujo, el texto escritura, el texto musicado, y cuando
lo monta (ni tanto ni tan poco) dirige una pieza de teatro representable en la mente del
lector anónimo que dirá “qué bien escribe esta tía (¿o es tío?), cómo enlaza las frases, cómo
suena”, y habrá muchos que afirmarán “qué bien traduce esta editorial” y otro “léete este libro, amigo, lo han traducido en la imprenta de Rodrigo”, y no faltará el que babeando exclame
“¡qué ritmo, qué fluidez, qué llevadero!” acerca de un libro escrito por un quechua
(los quechuas, ya se sabe, escriben en la lengua que les impongan) o un checo (los checos,
además del eslovaco, conocen al dedillo el diccionario de la Real Academia Española)

una vez la escena puesta en marcha, el traductor, que es esencialmente soberbio y se ha
pasado horas, se ha destajado eligiendo músicas, líneas, zonas claras, zonas oscuras, pasos,
desplazamientos en el tablado de las páginas, gestos de nombre inasible, el traductor, o sea
Traduciendo, que además de soberbio padece de algún desorden mental que le hace tirar los
diccionarios por la ventana so pena (sí, Sopena) de olvidar todas las palabras de su lengua,
que ha hecho de lector, de crítico literario, de ratón de biblioteca, de ratita presumida, se da
cuenta, al salir a la calle, que todavía hay quien se atribuye el éxito de su empresa y no sólo
eso: le pide a Traduciendo que tenga paciencia, que ya le hará una transferencia.

Anda, traduce “transferencia” a todos los idiomas del mundo. Éxito de ventas: la editorial
Fulana Mengana ha traducido la primera novela escrita en tupí-guaraní. El tupí es muy
fácil: cuando dice “do” quiere decir “dónde va a parar”. Tupi or not tupi, (se) debatían los escritores antropófagos brasileños. Cómprate un diccionario. Eso sí: bilingüe.

Mario Merlino (Buenos Aires, 1948), Vasos Comunicantes (Revista de ACE Traductores), nº 35, 2006

05 julio 2007

MALOS TIEMPOS

Ándate con cuidado.
Que no se enteren que lo pasas bien,
que tu vida funciona
y eres feliz a ratos.

Hay gente que es capaz
de cualquier cosa,
cuando ve una sonrisa.



Karmelo C. Iribarren (San Sebastián, 1959- )

04 julio 2007

El niño, el poeta, la nodriza, el mar y el mundo conectado

[...] El niño se sentaba con su nodriza al pie de aquella higuera a mediodía, cuando el mar murmuraba con desmayo; callaban.
—Yo seré poeta —dijo él un día, levantando la vista y ladeando la cabeza.
Contemplaba el mar, su cabello rubio ondeaba en el viento cálido, tras las pestañas medio cerradas miraba la lejanía. La nodriza lo abrazó, atrayendo la cabeza hacia sus senos, y le respondió:
—¡Qué va! ¡Tú serás soldado!
—¿Como mi padre? —preguntó el niño, meneando la cabeza—. Mi padre también es poeta, ¿no lo sabías? Siempre está pensando en otra cosa.
—Es verdad —observó la nodriza, suspirando—. No salgas al sol, cielo mío. Te dolerá la cabeza.
Estuvieron largo rato sentados así al pie de la higuera. Escuchaban el mar: su rumor les era conocido. Murmuraba como murmuran los bosques en su patria. El niño y la nodriza pensaron que todo está conectado en el mundo.

[unos 65 años después de la escena de la higuera y el mar]

—¿Qué quieres de ese hombre? —preguntó de repente la nodriza.
—La verdad —respondió el general.
—Conoces muy bien la verdad.
—No la conozco [...] La verdad es precisamente lo que no conozco.
—Pero conoces la realidad —observó la nodriza, con un tono agudo, casi agresivo.
—La realidad no es lo mismo que la verdad —respondió el general—. La realidad son solo detalles. Ni siquiera Krisztina la conocía. Quizás la sepa Konrad. Ahora se la quitaré.

Sándor Marái (1900, Kassa, Hungría – 1989, San Diego, California, EE.UU.). El último encuentro. Narrativa Salamandra.Traducción de Judit Xantus Szarvas.