22 octubre 2008

Viareggio, Italia, 23 de abril de 1903

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"...Dése siempre la razón a usted mismo y a sus sentimientos frente a cualquier estudio, comentario o introducción; si resultase que está equivocado, con el tiempo, el crecimiento natural de su vida interior irá sacándolo del error. Deje que su criterio evolucione a su manera, en silencio y sin estorbo; ese progreso, como cualquier otro, debe salir de lo más hondo del interior, y no es posible apremiarlo ni acelerarlo. Sólo hay una manera: estar embarazado y luego dar a luz. Dejar que cada impresión y cada germen de sentimiento madure en nuestro interior, en lo oscuro, en lo indecible, inconsciente, inalcanzable para nuestro propio entendimiento, y aguardar con honda humildad y paciencia la hora del nacimiento de una nueva claridad: sólo eso es vivir artísticamente, tanto en la comprensión de las cosas como en el acto de crear.

---No hay que medir el tiempo, no valen los años, y diez años no son nada; ser artista significa no calcular ni contar; madurar como el árbol, que no apremia a su savia, y se alza confiado en los días ventosos de la primavera sin temer ni por un instante que después pueda no llegar el verano. Sí que llega. Pero sólo les llega a los pacientes, a los que viven como si tuvieran toda la eternidad por delante, sin preocupaciones, con calma y amplitud. Lo aprendo cada día, lo aprendo con dolores que agradezco: ¡la paciencia lo es todo!
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Rainer Maria Rilke, Cartas a un joven poeta, recogido en Elegías de Duino, Los sonetos a Orfeo y otros poemas seguido de Cartas a un joven poeta, edición bilingüe de Eustaquio Barjau y Joan Parra. Círculo de Lectores, Barcelona, 2000, pp. 331-332
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14 octubre 2008

Fin de otoño en Venecia


Para Nán, veneciano convencido

Ahora ya la ciudad no flota como un cebo
que captura todos los días que asoman.
Los palacios de vidrio suenan más quebradizos
a tu mirada. Y de los jardines cuelga

el verano como un montón de marionetas,
cabeza abajo, cansado, asesinado.
Pero del fondo de los viejos esqueletos del bosque
brota voluntad: como si de la noche al día

el general del mar fuera a doblar
las galeras en el arsenal vigilante,
para calafatear el aire ya cercano del alba

con una flota que a fuerza de remos se congrega
y bruscamente, amaneciendo con todos los estandartes,
posee el viento grandioso, radiante y fatal.

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Spätherbst in Venedig

Nun treibt die Stadt schon nicht mehr wie ein Köder,
der alle aufgetauchen Tage fängt.
Die gläsernen Paläste klingen spröder
an deinen Blick. Und aus den Gärten hängt

der Sommer wie ein Haufen Marionetten
Kopfüber, müde, umgebracht.
Aber vom Grund aus alten Waldskeletten
steigt Willen auf: als sollte über Nacht

der General des Meeres die Galeeren
verdoppeln in dem wachen Arsenal,
un schon die nächste Morgenluft zu teeren

mit einer Flotte, welche ruderschlagend
sich drängt und jäh, mit allen Flaggen tagend,
den groBen Wind hat, strahlend und fatal.

Reproduzco el soneto en alemán para que, quien pueda leerlo en dicha lengua, lo saboree como es debido; pero también, en general, para que podáis apreciar mejor su rima y musicalidad.
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Rainer Maria Rilke, Neue Gedichte (Nuevos poemas), recogido en Elegías de Duino, Los sonetos a Orfeo y otros poemas seguido de Cartas a un joven poeta, edición bilingüe de Eustaquio Barjau y Joan Parra. Círculo de Lectores, Barcelona, 2000.

05 octubre 2008

Un libro mágico

[...]

Por fin tomó una decisión: se quedaría sentado toda la noche delante de su mesa camilla para descubrir cómo ocurrían las misteriosas apariciones y desapariciones; así que se echó una siesta más larga que de costumbre para no tener sueño por la noche y a eso de las diez y media se encerró en la habitación, colocó el tomo segundo en la camilla y se dispuso a esperar pacientemente: las once... las doce... la una. Nada, allí no pasaba nada. A la una y media, cuando estaba a punto de meterse en la cama, harto ya de esperar, contempló estupefacto que el libro se estaba abriendo pero no del todo, solo un poquito, como cuando se deja un lapicero entre las páginas. Algo se movía dentro. La primera idea que tuvo don Anselmo fue mala: dar un manotazo en el libro y terminar de una vez con quien revolvía en su enciclopedia, pero como era una idea mala la rechazó, porque los años le habían enseñado que es falso que las primeras ideas sean las mejores. Se decidió, pues, por la segunda: esperar a ver en qué quedaba aquello.

Dentro del libro algo seguía moviéndose, hasta que pudo ver cómo asomaba entre las páginas la cabecita rubia de una niña. ¿Una niña o una muchacha? Tenía unos bellísimos ojos, ¿azules o grises?, y al asomarse, sus largos cabellos, coronados de flores, colgaban por el canto inferior del libro. De repente, la niña debió de darse cuenta de que aquel señor estaba allí mirándola, porque se ocultó precipitadamente en la página, se oyó como un rumor de hojas secas dentro del libro y todo quedó en calma. Pero allí estaba la prueba de que don Anselmo no veía visiones: en el tomo ya cerrado, una diminuta flor azul colgaba aprisionada por el tallo. Abrió el libro con mucho cuidado por aquella página. Y ¡qué página!: La Primavera, el cuadro de Botticelli.

[...]

Jesús Arribas
(Pradosegar, Ávila, 1940)

Fragmento del cuento La primavera en el tomo segundo, contenido en el volumen El cuento de todos los días (Madrid, Mandala-Lápiz Cero, 2006)

03 octubre 2008

RMR

:
A ti, oscuridad de la que vengo,
te amo más que a la llama
que limita el mundo
y brilla sólo
para algún círculo
fuera del cual ningún ser sabe de ella.
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Pero la oscuridad lo retiene todo:
formas y llamas, animales y a mí,
tal como lo atrapa,
personas y poderes...

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Y puede ser que una gran fuerza
cerca de mí se agite.

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Creo en las noches.
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:
:
Apágame los ojos: puedo verte;
ciérrame las orejas: puedo oírte,
y sin pies puedo andar hacia ti,
y aun sin boca puedo invocarte.
Arráncame los brazos y te asiré
con el corazón como con una mano,
detén mi corazón y latirá mi cerebro,
y si incendias mi cerebro
te llevaré en mi sangre.

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Rainer Maria Rilke, Das Stundenbuch (El libro de horas), recogido en Elegías de Duino, Los sonetos a Orfeo y otros poemas seguido de Cartas a un joven poeta, edición bilingüe de Eustaquio Barjau y Joan Parra. Círculo de Lectores, Barcelona, 2000.