12 marzo 2008

Cuando la casa está terminada

- Es un desierto en el que se pierde hasta el guía y donde el amigo no piensa en su amigo. Pero yo prefiero reventar aquí que en una cama. ¡Eh!, ¿me oyes?
- Sí.
- Una vez, andando por la frontera, debajo de Witney, me paré en una iglesia holandesa. No te rías, necesitaba confesarme, sí, sentí esa necesidad. Entré en la capilla. Estaba vacía. El confesionario, vacío. Imposible saber dónde estaba el padre. Al final lo encontré en una especie de habitación pequeña, agonizando. No podía pedirle que me confesara, el viejo estaba a las puertas del paraíso. Intentaba decirme algo. Abría y cerraba la boca, así, como un pez. Después se murió.
- ¿Sí?
- Entonces lo enterré en el cementerio. Después me confesé solo, en el confesionario vacío.
- ¿Sí?
- Creo que deseaba pedir consejo, deseaba que alguien me dijera: "Deja de correr por las praderas, búscate una tierra, instálate allí y construye tu casa".
-¿Sí?
- No. Creo que esa iglesia, el confesionario vacío y el padre que la espichó entre mis dedos eran un aviso. Lo he dicho siempre y, créeme, es verdad, cuando la casa está terminada, entra la muerte.

Charlie Galibert, Sistac
[Traducción de Rebeca Le Rumeur]