15 diciembre 2009

Palabras traicioneras. Cuando hablamos sobre nosotros mismos, sobre los demás, o sencillamente, sobre algunas cosas, deseamos revelarnos en nuestras palabras, podría decirse: queremos dar a entender lo que pensamos y sentimos. Dejamos que los otros echen una ojeada a nuestra alma. (We give them a piece of our mind, como se diría en inglés). Me lo dijo un británico mientras estábamos parados en la cubierta de un barco. Es lo único bueno que me traje de ese país tan desacertado [...] En esa comprensión del asunto, somos directores de escena soberanos, los dramaturgos con capacidad de autodeterminación en lo que respecta a la apertura de nosotros mismos. Pero quizás eso sea absolutamente falso, ¿o no? ¿Un autoengaño? Y es que, con nuestra palabras, no sólo nos revelamos, sino que también nos traicionamos. Revelamos mucho más de lo que pretendíamos revelar, y a veces es precisamente lo contrario. Y los demás pueden interpretar nuestras palabras como síntomas de algo que ni siquiera nosotros conocemos. Síntomas de la enfermedad de ser nosotros. Puede ser divertido cuando observamos a los otros de ese modo, puede hacernos más tolerantes, pero también puede ponernos la munición en la mano. Y si, en el instante en que empezamos a hablar, pensamos que los demás hacen lo mismo con nosotros, la palabra puede quedársenos atragantada y el susto puede hacernos enmudecer para siempre.

[...]

Vivo en mí mismo como en un tren en marcha. No he subido a él voluntariamente, no tuve opción y conozco el lugar de destino. Un día, en un pasado remoto, me desperté en mi compartimiento y sentí que avanzaba. Fue excitante, escuché el golpetear de las ruedas, saqué la cabeza al viento y disfruté de la velocidad de las cosas que pasaban junto a mí. Deseé que el tren jamás interrumpiera su viaje. En ningún modo quería que se detuviera en algún lugar para siempre.

Fue en Coimbra, en un duro pupitre de sala de conferencias, donde cobré conciencia de que no podía bajarme. No puedo cambiar la vía ni el rumbo. No determino el ritmo. No veo la locomotora ni puedo reconocer quién la conduce ni si el conductor ofrece una impresión fiable. No sé si interpreta correctamente las señales y se da cuenta cuando un cambio de vía está mal dispuesto. No puedo cambiar el compartimiento. En plena marcha, veo pasar gente y pienso: quizá sus compartimientos tengan un aspecto muy diferente al mío. Abro la ventana, me inclino bastante hacia fuera y veo que los demás hacen lo mismo. El tren recorre una suave curva. Los últimos vagones están todavía dentro del túnel y los primeros ya entran en otro. Quizás está viajando en círculo, una y otra vez, sin que nadie se dé cuenta, ni siquiera el conductor, ¿o sí? No tengo idea de cuán largo es el tren. Veo a todos los demás pasajeros estirando sus cuellos para ver y entender algo. Los saludo, pero el viento en contra se lleva mis palabras.

[...]

Traducción del alemán de José Aníbal Campos González.


Fragmentos del diario de Amadeu Prado, el joven médico portugués cuya historia fascinó a Raimund Gregorius en Tren nocturno a Lisboa (El Aleph, 2008), de Pascal Mercier (Berna, 1944).

09 diciembre 2009

Más al sur

Nunca he sido muy amigo de fechas. Me bastaba con saber que ya eran unos cuantos años los que llevaba en este lugar. Los suficientes como para responder, cuando me preguntaban que de dónde era, que de Almería, y más especialmente del Parque Sobrenatural de Cabo de Gata-Níjar, y, rizando el rizo, terminaba contestando que de San José.

De En dos etapas, relato de Javier Luján.

Incluido en Si me persiguen, me iré más al sur (RaRo ediciones, Jaén, 2009)

29 noviembre 2009

Un personaje de Cortázar cuenta los pespuntes y las suturas de las historias

«Uno se va contando despacito las cosas, imaginándolas al principio a base de Flora o una puerta que se abre o un chico que grita, después esa necesidad barroca de la inteligencia que la lleva a rellenar cualquier hueco hasta completar su perfecta telaraña y pasar a algo nuevo. Pero cómo no decirse que a lo mejor, alguna que otra vez, la telaraña mental se ajusta hilo por hilo a la de la vida, aunque decirlo venga de un puro miedo, porque si no se creyera un poco en eso ya no se podría seguir haciendo frente a las telarañas de afuera. Flora entonces, todo lo que me fue contando de a poco cuando nos juntamos, por supuesto ya no trabajaba en la casa de la señora Matilde (siempre la llamó así aunque ahora no tenía por qué seguirle dando esa señal de respeto, de sirvienta para todo servicio) y a mí me gustaba que me contara recuerdos de su pasado de chinita riojana bajando a la capital con grandes ojos ajustados y unos pechitos que al fin y al cabo le iban a valer más en la vida que tanto plumero y buena conducta. A mí me gusta escribir para mí, tengo cuadernos y cuadernos, versos y hasta una novela, pero lo que me gusta es escribir y cuando termino es como cuando uno se va dejando resbalar de lado después del goce, viene el sueño y al otro día hay otras cosas que te golpean en la ventana, escribir es eso, abrirles los postigos y que entren, un cuaderno detrás de otro; yo trabajo en una clínica, no me interesa que lean lo que escribo, ni Flora ni nadie; me gusta cuando se me acaba un cuaderno porque es como si hubiera publicado todo eso, pero no se me ocurre publicarlo, algo golpea en la ventana y así vamos de nuevo, lo mismo una ambulancia que un nuevo cuaderno. Por eso Flora me contó tantas cosas de su vida sin imaginarse que después yo las revisaba despacio entre dos sueños y algunas las pasaba a un cuaderno, Emilio y Matilde pasaron al cuaderno porque eso no podía quedarse solamente en un llanto de Flora y pedazos de recuerdos, nunca me habló de Emilio y de Matilde sin llorar al final, yo la dejaba tranquila unos días, la alentaba otros recuerdos y en una de esas le sacaba de nuevo aquello y Flora se precipitaba como si ya se hubiera olvidado de todo lo que me llevaba dicho, empezaba de nuevo y yo la dejaba porque más de una vez la memoria le iba trayendo cosas todavía no dichas, pedacitos ajustables a los otros pedacitos, y por mi parte yo iba viendo nacer los puntos de sutura, la unión de tanta cosa suelta o presumida, rompecabezas del insomnio o de la hora del mate delante del cuaderno, llegó el día en que me hubiera sido imposible distinguir entre lo que me contaba Flora y lo que ella y yo mismo habíamos ido agregando porque los dos, cada uno a su manera, necesitábamos como todo el mundo que aquello se completara, que el último agujero recibiera al fin la pieza, el color, el final de una línea viniendo de una pierna o de una palabra o de una escalera.

Como soy muy convencional, prefiero agarrar desde el principio, y además cuando escribo veo lo que estoy escribiendo, lo veo realmente, lo estoy viendo a Emilio Díaz la mañana en que llegó a Ezeiza desde México y bajó a un hotel de la calle Cangallo,»

Principio de Tango de vuelta, en Los relatos, 1, RITOS, Alianza Editorial, Julio Cortázar

19 noviembre 2009

En la diligencia

..
La imaginación me llevó a emprender este viaje.
Sobre el techo de la diligencia se mojan paquetes y cajas.
Dentro, apretujamiento, ruido, sofoco.
Van una criada gorda y sudorosa,
un cazador entre el humo de su pipa y con una liebre muerta,
..
el abate roncando y abrazado a una garrafa de vino,
una niñera con un bebé rojo de tanto gritar,
un comerciante borracho con un hipo pertinaz,
una dama irritada por todo lo aquí mencionado,
y además un chiquillo con una trompeta,
un perro grande y pulgoso
y un loro en una jaula.
..
Y además alguien por quien precisamente me subí,
apenas visible entre fardos ajenos,
pero ahí está -y se llama Juliusz Słowacki.
..
No parece muy dispuesto a conversar.
Lee una carta que sacó de un sobre arrugado,
una carta seguramente ya leída muchas veces,
porque las hojas se quiebran un poco en las orillas.
Cuando de entre las hojas cae una violeta seca,
ay, suspiramos los dos y la atrapamos al vuelo.
..
Éste es quizá un buen momento para decirle
algo que desde hace mucho ordeno en mis pensamientos.
Disculpe Señor, pero se trata de algo urgente e importante.
..
Vengo del futuro y sé qué pasa allí.
Para sus poemas siempre admiración y cariño,
y para Usted un alojamiento digno de un rey en Wawel.
..
Desafortunadamente la imaginación no tiene tanta fuerza
como para que él pueda escucharme o por lo menos verme.
..
Ni siquiera siente que tiro de Su manga.
Tranquilamente mete la violeta entre las hojas
y las hojas en el sobre y luego en un pequeño cofre,
mira un momento a través de la llorosa ventanilla,
finalmente se levanta, se abotona el abrigo, se abre paso hacia la
[puerta----
y qué hacer -se baja en la estación más cercana.
..
Todavía durante un par de minutos no Lo pierdo de vista.
..
Va así de minúsculo con ese pequeño cofre suyo,
todo recto, con la cabeza gacha,
como alguien que sabe
que nadie lo está esperando.
..
Ahora en el campo de visión ya sólo quedan figurantes.
Una familia numerosa bajo unas sombrillas,
un cabo con un silbato y tras él unos reclutas exhaustos,
un carro lleno de lechones
y dos caballos de tiro de refresco.
..
Wisława Szymborska, Aquí, Bartleby Editores, Madrid, 2009. Traducción de Gerardo Beltrán y Abel A. Murcia Soriano, edición bilingüe.
..

17 noviembre 2009

El aprendiz de espumas








Yo conduje a mi niño hasta la orilla,
y él me condujo a mí,
                              más niño suyo.
Lo conducente, al fin, lo conducido.

Hasta entonces,
  anduvo ensimismado
en tormentas de arena,
en castillos de almenas imposibles.
Con su pala y su cubo, en ramblas breves.

La media tarde se alumbraba oblicua
con dócil resplandor. El mundo en torno
brindaba a aquel volumen mansedumbre,
sin la laceración del mediodía.

El mar y el niño se observaron tensos,
como las criaturas más salvajes.
Tanteaban sus fuerzas,
  recelosos,
en una esgrima tácita.

Hasta que el niño desplegó su índice,
y al señalar el mar,
creó desde la nada el mar primero,
fundó desde su amor el horizonte.

Corrió el niño hacia el agua,
y el animal, sumiso,
lamió sus pies descalzos. Para siempre,
tomaron posesión uno del otro,
señores a la vez, mutuos esclavos.

Así fue cómo el aprendiz de espumas
se hizo doctor en olas, erudito
en los cantos rodados, en los nácares,
en los azules yodos intangibles.

Yo me atuve a mi asombro,
  pobre adulto.
¿Por qué,
  si fuimos dueños, no lo somos?
¿Por qué,
             si lo supimos, no sabemos?

¿Adónde fue a parar el paraíso?



Carlos Marzal (Valencia, 1961) leyó este poema en el el ciclo Poesía en Palacio celebrado en el hotel Hospes Palacio de los Patos de Granada, el 12 de marzo de este año.

13 noviembre 2009

1964: Calle Cerdeña 548

A aquel tiempo, tan nuestro, volvería.
Cuando la tarde alcanza a ser más pura
y más leve es el blanco de la luna,
leeríamos en nuestra galería.
Sigue las líneas de mi mano, busca
sobre el mosaico la melancolía:
dirías algo que nos llevaría
al cine y a cenar. Son un preludio
las temblorosas sombras de las hojas
en las aceras del Paseo de Gracia.
El autobús nos deja en la parada:
aires de tilos y de aristocracia
hacen temblar las blusas y camisas
de una cálida noche no olvidada.

Joan Margarit
(Sanaüja, 1938)

de Poesía amorosa completa (1980-2000)

10 noviembre 2009

Muñoz Molina sobre el escritor

-- En un momento de la novela dices que la música es una pasión fría y absoluta, también lo es la literatura?

-- Claro, tiene esa doble vertiente, es una pasión fría porque tiene que estar llena de técnica, tiene que estar llena de sabiduría. Pero es una pasión absoluta porque no se puede compartir con nada. No te quiero decir que uno viva sólo para la literatura, sino que la literatura no admite ese dilentantismo de las personas que dicen: «ahora voy a pintar un cuadro», «ahora voy a escribir un libro», «me gusta la profesión que tengo pero por las tardes me dedico a escribir». Yo creo que un escritor, si lo es de verdad, tiene que tener perfectamente claro que su única pasión es la literatura y que si no vive con ella, aunque no de ella, no tiene sentido su vida. Yo he querido ser muchas cosas de pequeño, pero lo único que he querido ser de manera incesante desde que tengo uso de razón es ser escritor.

Entrevista de J.F. Martín Gil a Antonio Muñoz Molina en el número 83 de Quimera, 1989.

06 noviembre 2009

El Joraique

Tus soldados rey Felipe
no querrán poblar la tierra
mientras ande con su gente
el Joraique por la sierra

Cada noche los cristianos
con los ojos muy abiertos
velan por no despertar
en el reino de los muertos

Nadie alcanza a descansar
de su carga al fin del día
porque está suelto el Joraique
por los montes de Almería

Dicen que Alonso el Joraique
con las sombras tiene un trato
que se cierran cuando salen
los soldados a arrebato

Dicen que la medialuna
le prestó su blanca espada
y antes de llegar el alba
él se la volvió encarnada

Y el Joraique prometía
yo daré fin a la guerra
si me dais la llave que abre
la cancela de mi tierra

El Monfí robó una barca
a la mar echó su pena
dejo nueve pescadores
peces muertos en la arena

Y el Joraique allá en Tetuán
armó su negra goleta
ya llegó al cabo de Gata
ya no duerme un alma quieta

No soñaron nunca más
las mujeres de Almería
que se les llevo el Joraique
el ensueño a berbería.



El Joraique, tema de Juan Perro incluido en su disco Mr. Hambre (2000)


*Alonso de Aguilar, el Joraique, fue un bandolero morisco del siglo XVI que durante años tuvo amedrentadas a las tropas de Felipe II.

01 noviembre 2009

cibercafé

En la mesa de al lado dos chicas se acarician con una pluma. En las plantaciones de té del valle de Mekong amanecieron muertas las mariposas. Pero la vida tiene esta mañana el aroma de las flores que resucitan. No sé si aman, el deseo es una novela contada por teléfono. Son como un violín en su estuche. Acarician sus corazones de oca, se convidan a brevajes de luna. Entrarán en la noche como tinta albina que fluye de las estilográficas. Ninguna tempestad podría alejarlas de la preferida bahía. Vuelan a su colisión generosa de música, rozan sus codos de oro en las orillas que fecunda el poleo. Me roza la belleza de uva de sus ojos mojados por el dios generoso. En la mesa de al lado dos chicas se acarician con una pluma. Ahora son las dos, las tres, las miro. El amanecer desabrocha los deltas de sus ríos violetas. Voy a escribirte un e-mail contándote para qué sirven los picos de las palomas.
Juan Carlos Mestre, La casa roja
Calambur Poesía. Madrid, 2008

25 octubre 2009

[...]

Hay una categoría de gentes que, si no cree, debe menos aparentar que cree. Son todos los atormentadores, todos los opresores y todos los explotadores de la humanidad. Sacerdotes, monarcas, hombres de Estado, hombres de guerra, financistas públicos y privados, funcionarios de todas las especies, policías, carceleros y verdugos, monopolizadores, capitalistas, empresarios y propietarios, abogados, economistas, políticos de todos los colores, hasta el último comerciante, todos repetirán al unísono estas palabras de Voltaire: Si Dios no existiese habría que inventarlo. Porque, comprenderéis, es precisa una religión para el pueblo. Es la válvula de seguridad. Existe, en fin, una categoría bastante numerosa de almas honestas, pero débiles, que, demasiado inteligentes para tomar en serio los dogmas cristianos, los rechazan en detalle, pero no tienen ni el valor, ni la fuerza, ni la resolución necesarios para rechazarlos totalmente. Dejan a vuestra crítica todos los absurdos particulares de la religión, se burlan de todos los milagros, pero se aferran con desesperación al absurdo principal, fuente de todos los demás, al milagro que explica y legitima todos los otros milagros: a la existencia de Dios. Su Dios no es el ser vigoroso y potente, el Dios brutalmente positivo de la teología. Es un ser nebuloso, diáfano, ilusorio, de tal modo ilusorio que cuando se cree palparle se transforma en Nada; es un milagro, un ignis fatuus que ni calienta ni ilumina. Y, sin embargo, sostienen y creen que si desapareciese, desaparecería todo con él. Son almas inciertas, enfermizas, desorientadas en la civilización actual, que no pertenecen ni al presente ni al porvenir, pálidos fantasmas eternamente suspendidos entre el cielo y la tierra, y que ocupan entre la política burguesa y el socialismo del proletariado absolutamente la misma posición. No se sienten con fuerza ni para pensar hasta el fin, ni para querer, ni para resolver, y pierden su tiempo y su labor esforzándose siempre por conciliar lo inconciliable. En la vida pública se llaman socialistas burgueses.

Ninguna discusión con ellos ni contra ellos es posible. Están demasiado enfermos.

[...]

Dios y el Estado (1871), de Mijaíl Bakunin (Pryamukhino, Imperio Ruso, 1814 - Berna, Suiza, 1876)


24 octubre 2009

Maimónides: Carta a Ben Tibbon (1199)

(...) Y siempre que traduzcas de una lengua a otra, hazlo conforme a la inteligencia que Dios, alabado sea, te ha dado para que comprendas las metáforas, las alegorías y las palabras de los sabios y sus enigmas... Aquel que pretenda traducir de una lengua a otra y se proponga traducir siempre una palabra dada únicamente por otra que le corresponda, guardando el orden de los textos y el de los términos, tendrá que esforzarse mucho para finalmente conseguir una traducción incierta y confusa. Este método no es correcto. El traductor debe, sobre todo, aclarar el desarrollo del pensamiento, después escribirlo, comentarlo y explicarlo de modo que el mismo pensamiento sea claro y comprensible en la otra lengua. Y esto solo se puede conseguir cambiando a veces todo lo que le precede y le sigue, traduciendo un solo término por más palabras y varias palabras por una sola, dejando aparte algunas expresiones y juntando otras, hasta que el desarrollo del pensamiento esté perfectamente claro y ordenado y la misma expresión se haga comprensible, como si fuera típica de la lengua a la que se traduce. Así lo hizo Hunain ben Ishaq con el libro de Galeno y su hijo Ishaq con el de Aristóteles (...)

(Trad. Miguel Ángel Vega).

Textos clásicos de teoría de la traducción, Cátedra, 1994; compilación de Miguel Ángel Vega

05 octubre 2009

Justine (fragmento)


Por lo que a mí respecta, no soy ni feliz ni desdichado; vivo en suspenso como un cabello o una pluma en la amalgama nebulosa de mis recuerdos. He hablado de la inutilidad del arte, pero no he dicho la verdad sobre el consuelo que procura. El solaz que me da este trabajo de la cabeza y del corazón, reside en que sólo aquí, en el silencio del pintor o del escritor, puede recrearse la realidad, ordenarse nuevamente, mostrar su sentido profundo. Nuestros actos cotidianos son en realidad la arpillera que oculta la tela laminada de oro, el significado del diseño. Por medio del arte logramos una feliz transacción con todo lo que nos hiere o vence en la vida cotidiana, no para escapar al destino, como trata de hacerlo el hombre ordinario, sino para cumplirlo en todas sus posibilidades: las imaginarias.


JUSTINE. Lawrence Durrell (Traducción de Aurora Bernárdez)

16 septiembre 2009

11

Siempre está lo inexpresable
en su pugna con la palabra
ofrecida inútilmente,
rumor de ola insistiendo
en la orilla. Como quiera
que lo que es, es, lo dejamos
por si acaso quedara
en la mano alguna vez
ese grano de sal
que lleva oculto.

José Antonio Muñoz Rojas (Antequera, 1909)
Versos del retorno (1929)

26 agosto 2009

Introducción a los cuentos de hadas


Érase una vez una princesa de ojos azules y cabello de oro viejo. Una princesa que sin dejar de ser princesa se dejaba acariciar como una gata sumisa con mis brazos de labriego; aunque a veces, un cuervo oscuro le cruzaba la mirada y entonces me buscaba con urgencia y tironeaba de mí hacia un placer inacabable con pericia de ramera. Una princesa que era infeliz porque debido al hechizo de un malvado brujo nunca podía ser enteramente mía. Una princesa que, desnuda en la humilde crisálida de mis brazos, me susurraba siempre las mismas preguntas, y yo respondía siempre que sí, que la amaba de verdad, que haría sin dudarlo cualquier cosa que ella me pidiese, cualquiera. Una princesa que me dio una daga plateada y me dijo que nuestra felicidad aguardaba en la punta de su hoja.
Una princesa que era todo cuanto yo tenía.
El brujo moraba en un pequeño castillo en las afueras de la comarca. Las lechuzas dormían, la luna brillaba plena y una sombra huidiza franqueaba el muro y se deslizaba entre los árboles, llorosos de otoño, con una daga de plata sedienta de felicidad quemándole el pecho. Fue encontrar la ventana indicada e irrumpir en su cubil con ojos de animal de monte. Fue atravesarle el corazón antes de que pudiera comprender y verle volverse rígido sobre la mesa, ganado por una muerte intempestiva y mísera, esparciendo papiros y cartografías celestes sobre la moqueta. Fue cerrarle los ojos con unos dedos asesinos que también entendían de piedad. Aullaban las lechuzas, la luna brillaba plena y una sombra huidiza corría entre los árboles, llorosos de otoño, sin mostrar sorpresa ante ese regusto amargo que le traía la felicidad.
Sin dejar de correr hacia el muro, pude ver a los sicarios del brujo arremolinándose tras la piedra. Pude oír cómo sus gritos rasgaban la noche, demandando una rendición que era desmentida por sus ballestas prestas y hambrientas, y no me detuve, porque correr era la única opción, porque mi destino ya había sido acordado desde mucho antes y aún quedaba tierra para mis Nike. Recibí una saeta en el pecho cuando ya tenía medio escalado el muro. Y tuve tiempo de absorber dos impactos más mientras contemplaba el brillo plata de la luna. La última de ellas me hizo caer hacia atrás y enterrar un rictus de dolor en la hojarasca.
Oí cómo la cancela era brutalmente descorrida y los maderos se desplegaban por el jardín, en busca de algún socio inexistente. El sangriento resplandor de las sirenas emborronaba de tragedia un mundo que la luna ya envolvía en papel de plata. Mientras me esposaban pude verla a ella, clavada en la puerta de la mansión con un camisón violáceo, luciendo la misma mirada desamparada con que se había dirigido a mí en el bar hace ya meses, haciéndome pensar en las princesas de cuentos de hadas mientras se dejaba invitar a una copa.

Métodos de supervivencia, de Félix J. Palma. Colección Calembé, 1999. Fundación Municipal de Cultura del Excelentísimo Ayuntamiento de Cádiz.
ISBN:84-89735-87-1.
DL CA-175/99.

29 junio 2009

¡¡ Aleluya, hermanas!!


HOMILÍA DOMINICAL DEL REVERENDO WALTER ARIAS

(Extracto).

Hermana, si por alguna pintoresca razón psicosomática estás enamorada de un hombre y eres defensora no sólo de la monogamia, sino también de la fidelidad conyugal, lo mejor es que lo sometas cuanto antes a una indolora emasculación ("Qué es la emasculación?") La emasculación, hermana, es lo mismo que la castración. ("¿Aleluya?") Sí, hermana, aleluya: emascúlalo vivo. Sin dudarlo [...]. Aleluya. Si tienes un gato en casa te ves obligada a emascularlo para que no se mee por todas partes durante su época de celo y para que no te cante de madrugada un aria pavorosa de desesperación genital. Si tienes un caballo, te ves obligada a caparlo para templarle el carácter. Si tienes a un hombre en tu cama, te ves obligada a llamar a tu amante veterinario para asegurarte de que a ese hombre que duerme en tu cama no se le va a pasar por la cabeza la idea de dormir en otras muchas camas distintas ―cientos, millones: un infinito horizonte de camas en su enfermiza fantasía. Aleluya.

Ahora bien, hermana, si quieres conservar a tu hombre sin recurrir a la castración, sólo cuentas con una salida de emergencia: reventarlo sexualmente ("¡Oh, no, qué indignante! ¡Qué antialeluya!") Pues es lo que hay. La única manera de que un tipo le quite importancia al sexo como categoría abstracta no es otra que la de convertirle el sexo en una pesadilla concreta. ("Ale... ¿luya?") ¿Qué quieres que te diga, hermana? Si pudieras ver la peli que todos los hombres proyectan en sesión continua en su pensamiento, comprenderías que se trata de un plagio más bien burdo de El Hombre Lobo en el hospital de las enfermeras calientes [...].

Hermana, cuando tu patético galán regrese a casa por la noche (después de haberse pasado el día hablando de espejismos con forma de mujer con sus amigos, después de haber sufrido un infarto freudiano cada vez que veía un anuncio gigante de lencería en las angustiosas avenidas modernas), recíbele con un ropa interior que haría sentirse como una degenerada a la mismísima hija de Belcebú, por si acaso se le ha pasado por la cabeza invitar a comer a su nueva secretaria. Haz que se sienta en su propia casa como en un peep―show, en el más arcádico de los peep―shows: sin tener que echar monedas en su solitaria cabina de astronauta del sexo, enfermo de escorbuto [...]. Oh, sí, hermana, mátalo de sobredosis de sexo. Dios te apoyará y te dará fuerzas. Quédate incluso viuda: será una buena señal. Señal de que hiciste cuanto estaba en tu mano para amaestrar a ese fantoche que te miraba con desprecio cuando salíais de ver la última película de la guirivalquíria elástica, majestuosa en su baño de espuma [...].

Ánimo, hermana: la mantis no se equivoca. Pero no descuides nunca al ridículo Psicópata: él no puede vivir un sólo minuto sin pensar en sí mismo y en su misión divina. ¡Aleluya!.

(Felipe Benítez Reyes: El Novio del Mundo)

27 junio 2009

"Para producir belleza hay que padecer dolor"

Charlie Parker
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Cortázar: No, yo no lo conocí personalmente, aunque sí estéticamente, porque me tocó vivir en el momento en que Charlie Parker renovó completamente la estética del jazz y después de un período en que nadie creía y la gente estaba desconcertada por un sistema de sonidos que no tenía nada que ver con lo habitual, se dieron cuenta de que allí había un genio de la música.

21 junio 2009

Versos y prosas

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EL HUECO Y EL IMPULSO

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Uno se tumba a consolar su hueco
tirando piedrecitas, contando los segundos,
el eco que allá al fondo retumba nos sacude,
pero eso es lo que hay, también la ausencia
nos hierve en las entrañas, nos respira,
y hay que quererla como a un hijo descarriado,
un brazo en cabestrillo, una legaña, cosas
que vienen a romper todas las previsiones,
tan torpes como ingratas pero sin maldad,
tampoco el hueco es responsable del vacío,
de su desértica aridez, su inclinación
a provocar una sed inexpugnable, labios como grietas
que ni agua ni vino ni amor han de calmar,
nadie escoge su herida, nos toca por destino,
tampoco pudo el hueco elegir rebosar en plenitud,
qué más quisiera él que darnos vida,
regarnos las palabras, colmarnos de promesas,
pero tan sólo sabe sembrarnos su oquedad,
avivarnos el hambre de infinito,
si nos agua la fiesta no es su culpa,
él sólo quiere y quiere sin medida,
lo malo es que no existe lo que quiere,
por eso si su llanto nos despierta,
más vale abandonar cuentas y planes,
dejarlo todo a medias, correr hacia su orilla
a cantarle muy quedo, en vilo el corazón,
ya pasó, ya pasó, duerme mi niño,
y acunarle después susurrándole historias
de océanos que esperan,
islas que no figuran en los mapas,
cumbres donde el deseo nunca duerme,
valles donde las fieras retozan con los pájaros,
regiones que muy pronto
incendiarán nuestra mirada
si nos ponemos en camino a toda prisa
y aplazamos la sed y el desaliento
y abrazamos la dicha de los viajes.
.
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---Yo creo que en la infancia, dijo Leandro, nos marcamos los retos inconfesables de nuestra vida y que la respuesta a la felicidad consiste en la culminación más o menos cercana o más o menos lejana de ese reto infantil, puede que no del todo articulado ni claro, pero evidente para uno mismo. Aunque ahora me escuches como si lo que yo digo no fuera más que un oscuro recuerdo, sé que tienes clarísimo cómo era y cómo pensaba el niño que eras tú. Ante la sonrisa de Joaquín, como si aquello le pareciera un juego psicoanalítico demasiado complicado para el lugar y la hora, Leandro prosiguió sin pasión. No creas, yo soy igual, a veces me sorprendo a mí mismo sintiéndome mirado por el joven que fui.
---¿Y? ¿Tú te reconoces fiel a lo que deseabas?, ¿crees que alguien lo logra?, preguntó Joaquín mientras clavaba los ojos sobre los ojos hundidos de Leandro.
.
.

El poema procede de La vida nueva, de Eduardo García, Colección Visor de Poesía, Madrid, 2008.
El texto, de Saber perder, de David Trueba, Anagrama, Barcelona, 2008.
Las cursivas son mías (GP).
.

11 junio 2009

el dolor de la memoria

-Hace años... -Se interrumpe, como sorprendido de sí mismo por su locuacidad. Yo espero-. Hace años encontré un cachorro de lobo abandonado. Quizá a su madre la habían matado o echado de la manada. Lo eduqué como a un perro. Durante un tiempo se mostró contento y cariñoso, una buena mascota. Me lamía la mano y se revolcaba con ganas de jugar. Pero creció y se acabó el juego. Recordó que era un lobo, no una mascota. Miraba a lo lejos. Y un día desapareció. Los chippewas tienen para eso una palabra que significa «el dolor de la memoria». No puedes domesticar a un animal salvaje, porque siempre recuerda de dónde viene, y algún día querrá volver.


(Stef Penney, La ternura de los lobos)

02 junio 2009

Una canción más clara, de ANTONIO CARVAJAL

..
..
24
..
Era cierto el dolor
y era falsa la culpa:
el dolor provenía
del silencio y la bruma,
de la ausencia del aire,
de la sangre inconclusa,
pero nadie clavaba
un puñal en la pulpa
suavísima del sueño
concreto en labio, en fruta.

..
Que cesara de pronto
la delicada música:
que asomara a los ojos
la sombra de la luna:
que por la piel cayera
como capa de lluvia
lenta arena mordida
por dientes de amargura,
no fue doblez del alma,
sino muerte en la cuna.

..
..

y 28

Al calor de tus manos
me ardía el corazón.
Era el agua en las fuentes
un lucero sin voz.
..
A la luz de tus ojos
me encendía de amor.
Era el agua en los ríos
un sollozo sin voz.

..
Al sabor de tus labios
el alma me voló.
Fue calor, luz y beso
mi cuerpo con tu voz.

..
Antonio Carvajal, Una canción más clara, el Parnasillo (Simancas ediciones), Palencia, 2008.
..

24 mayo 2009

El mayor piropo que he recibido


Estaba en Nápoles andando por la calle con mi marido. Y un hombre dijo en alto a otro, quería que yo lo oyese: Con mujeres como esta contamos para reconstruir Italia. No reconstruí Italia. Intenté reconstruir mi casa, reconstruir a mis hijos y a mí. No lo conseguí. Pero el italiano no estaba cortejándome, hablaba en serio. Dios, hacedme reconstruir al menos una flor. Ni siquiera una orquídea, una flor de las que se recogen en el campo. Sí, pero tengo un secreto: necesito reconstruir con urgencia de las más urgentes, hoy mismo, ahora mismo, en este instante. No puedo decir qué.


Clarice Lispector
(Chechelnyk, Ucrania, 1920 - Río de Janeiro, Brasil, 1977)

De Aprendiendo a vivir y otras crónicas (Siruela, 2007)
Traducido por Elena Losada

23 mayo 2009

mano a mano /Gelman y Benedetti/

.
¿Y si Dios fuera una mujer?
.
¿Y si Dios fuera una mujer?
preguntas
«lo que hacemos en nuestra vida privada es cosa nuestra» dijeron las Seis
Enfermeras Locas del Pickapoon Hospital de Carolina mientras movían sus
pechos con una dulzura tan parecida a Dios
¿y si Dios fuera una mujer? alguno dijo
¿y si Dios fuera las Seis Enfermeras Locas de Pickapoon? dijo alguno ¿y si
Dios movieras los pechos dulcemente? dijo ¿y si Dios fuera una mujer?
corrían rumores acerca de las Seis
las habían visto salir de hospedajes sospechosos con una mirada triste en la
boca las habían visto en una cama del Bat Hotel las habían visto fornicando
con sastres zapateros carniceros de toda Pickapoon
¿y acaso Dios no sale de los hospedajes con una mirada triste en la boca?
alguno dijo ¿y si Dios fuera una mujer? ¡tetas de Dios! ¡blancos muslos de
Dios! ¡lechosos! dijo ¡leche de Dios! gritaba por los techos de toda la
ciudad
así que lo quemaron
hicieron una hoguera alta al pie de la colina del Estey también quemaron a las Seis Enfemeras Locas de Pickapoon todas eran rubias
y cada día habían visto a la muerte trabajar
eso es todo
así acaban con los temblores mortales e inmortales en Carolina y otros
sitios de Dios ¿y si Dios fuera una mujer? ¿y si Dios fuera las Seis
Enfermeras Locas de Pickapoon? dijo alguno.

Juan Gelman


-
¿Y si Dios fuera mujer?
pregunta Juan sin inmutarse,
vaya, vaya si Dios fuera mujer
es posible que agnósticos y ateos
no dijéramos no con la cabeza
y dijéramos sí con las entrañas.
Tal vez nos acercáramos a su divina desnudez
para besar sus pies no de bronce,
su pubis no de piedra,
sus pechos no de mármol,
sus labios no de yeso.
Si Dios fuera mujer la abrazaríamos
para arrancarla de su lontananza
y no habría que jurar
hasta que la muerte nos separe
ya que sería inmortal por antonomasia
y en vez de transmitirnos SIDA o pánico
nos contagiaría su inmortalidad.
Si Dios fuera mujer no se instalaría
lejana en el reino de los cielos,
sino que nos aguardaría en el zaguán del infierno,
con sus brazos no cerrados,
su rosa no de plástico
y su amor no de ángeles.
Ay Dios mío, Dios mío
si hasta siempre y desde siempre
fueras una mujer
qué lindo escándalo sería,
qué venturosa, espléndida, imposible,
prodigiosa blasfemia.

Mario Benedetti

17 abril 2009

Deseando morir

Ya que lo preguntas, la mayor parte de los días no puedo recordar.
Camino vestida, sin marcas de ese viaje.
Luego la casi innombrable lascivia regresa.

Aun entonces no tengo nada contra la vida.
Conozco bien las hojas de hierba que mencionas,
los muebles que pusiste bajo el sol.

Pero los suicidas tienen un lenguaje especial.
Como los carpinteros, quieren saber con qué herramientas.
Nunca preguntan por qué construir.

Dos veces me afirmé con sencillez,
poseí al enemigo, devoré al enemigo,
incorporé su destreza, su magia.

De este modo, grave y pensativa,
más tibia que el aceite o el agua,
descansé, babeando por el agujero de mi boca.

No se me ocurrió exponer mi cuerpo a la aguja.
Hasta la córnea y la orina sobrante se perdieron.
Los suicidas ya traicionaron el cuerpo.

Nacidos sin vida, no siempre mueren,
pero deslumbrados no olvidan una droga tan dulce
que hasta los niños mirarían con una sonrisa.

¡Empujar toda esa vida bajo tu lengua!
eso sólo se convierte en una pasión.
La muerte es un hueso triste, golpeado dirías,

y sin embargo ella me espera, año tras año,
para reparar con delicadeza una vieja herida,
para liberar mi aliento de su prisión maligna.

Balanceándose allí, a veces se encuentran los suicidas,
rabiosos ante el fruto, una luna inflada,
dejando el pan que confundieron con un beso
dejando la página del libro abierto con descuido
algo sin decir, el teléfono descolgado
y el amor, o lo que haya sido, una infección.




3 de febrero de 1964
(diez años antes de su propio suicidio)


El asesino y otros poemas, Anne Sexton
Ed. Icaria

Wanting to die

Since you ask, most days I cannot remember/ I walk in my clothing, unmarked by that voyage./ Then the almost unnameable lust returns.// Even then I have nothing against life./ I know well the grass blades you mention,/ the furniture you have placed under the sun.// But suicides have a special language./ Like carpenters they want to know which tools./ They never ask why build.// Twice I have so simply declared myself,/ have possessed the enemy eaten the enemy,/ have taken on his craft, his magic.// In this way, heavy and thoughtful,/ warmer than oil or water,/ I have rested, drooling at the mouth-hole.// I did not think of my body at needle point./ Even the cornea and the leftover urine were gone./ Suicides have already betrayed the body.// Still-born, they don't always die,/ but dazzled, they can't forget a drug so sweet/ that even children would look on an smile.// To thrust all that life under your tongue!/ that, all by itself, becomes a passion./ Death's a sad bone; bruised, you´d say,// and yet she waits for me, year after year,/ to so delicately undo an old wound,/ to empty my breath from its bad prison.// Balanced there, suicides sometimes meet,/ raging at the fruit, a pumped-up moon,/ leaving the bread they mistook for a kiss,/leaving the page of the book carelessly open,/ something unsaid, the phone off the hook/ and the love, whatever it was, an infection.

01 abril 2009

Unas meditaciones personales

Tienen razón: tal vez ha sido demasiado fácil escribir sólo sobre mí mismo y los caballos y la bebida, pero también es cierto que no intento demostrar nada. Dar largos paseos de un tiempo a esta parte ha sido agradable y aunque mi deseo por la hembra se mantiene, ya no tengo necesidad de estar siempre al acecho de nuevas conquistas. Cabalgar la misma yegua no tiene por qué ser aburrido. Deja que las potrillas salvajes den problemas a otros hombres. A menudo estoy satisfecho a solas. Ahora la gente me resulta más entretenida que repugnante (¿me estoy ablandando?) y aunque sigo teniendo noches y días de depresión, la máquina de escribir no me falla. Los lectores esperan un crecimiento continuado de sus poetas pero a estas alturas ya me parece milagroso aguantar (el tipo, jaja). Largos paseos, sí, y la capacidad de no preocuparme – a veces – mientras nuestra sociedad entra en erupción y se debate no quiere decir que sea víctima de ninguna merma artística. Las tardes solitarias tras las cortinas echadas, sin ser rico ni pobre, pueden resultar agradables. ¿Llegará a tiempo la locura? No lo sé y no busco respuesta, sólo un espacio pequeño y tranquilo entre no saber, no querer saber y, al cabo, averiguar.


Charles Bukowski. ¡Adelante!.

29 marzo 2009

Tras una suspensión del tiempo, Martín se da cuenta de su acción y despega sus labios de los otros labios. Rosella aún entreabre la boca y estira el cuello como si se hubiera detenido el chorro de la fuente en que bebía. «Teatro...», sigue pensando Martín, mientras se sienta. Rosella apaga la vivacidad de sus ojos, se vuelve a dibujar la peca sobre el labio y, como lamentando mucho la situación, dice:

-A mí me gustan los hombres mayores...

-Pues mira qué bien... -murmura Martín, en español y con cierto enfado. Y piensa: «Esa pequeña descarada también le tendrá echado el ojo a alguna eminencia».

Pero a Martín se le escapan los motivos de la muchacha. Si ella canta en francés es para mostrar las enseñanzas de su antiguo maestro; si se pinta una peca, o adelanta el pecho como si lo catapultase, es para que él se dé cuenta de que ya no es una niña. Y esa, y no otra, es también la causa de que eluda cualquier muestra de candor. En resumen, Martín no ha entendido nada. Por eso le sorprende el desgarro de Rosella cuando a un punto de la indignación, exclama:

-¡Tú eres mayor...! Stronzo!

Y será entonces cuando Rosella comprenda toda la ignorancia del pánfilo, ya que se aproxima a él y susurra:

-No te preocupes, yo te enseño.

Llegado a este punto, y por discreción, nuestro relato sale a respirar el aire del atardecer romano; no muy grato casi nunca, hay que decirlo. Esa tarde, empero, el cierzo ventila los olores de aguas estancadas, mientras hace caer con golpes sordos sobre hierba y losa las naranjas que Rosella no recoje. Un ganso negro abandona los restos de un carruaje encallado en el fango del río y sobrevuela a ras de agua el curso del Tíber, esquiva las naves ancladas en Ripa Grande, desaparece bajo un puente, reaparece y se vuelve un punto entre remolinos a la altura del castillo de Sant'Angelo. Repican las campanas de San Crisogono, cuyo sonido predomina sobre las de Santa Maria y Sant Pietro in Montorio, y el simultáneo revuelo de todas las iglesias de Roma. Cerca de las cornisas, donde la hierba no alcanza, refulgen el amarillo y el ocre, y al volver la calma, todo es más nítido: el relincho de los caballos, el gruñido de los cerdos, el zumbar de las moscas, los pasos veloces. Un golpe de viento dispersa con fuerza el humo de las chimeneas y lo empuja por callejones con tenebroso sonido. Muchos años después, esos rumores, simulando mencionar un nombre, engañarán el oido de los que siempre están dispuestos a creer lo inverosimil, la locura supersticiosa que alivia la falta de ingenio. Poco habrá servido de nada.


(Francisco Casavella, Lo que sé de los vampiros, 2008)

27 marzo 2009

Algunos sonetos de José Lezama Lima

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De "Venturas criollas" [Cuba, 1960]:

IX

Como el teje se rompe con el maneje,
y como el guante, cuchillo del buen dedo.
La línea del horizonte a su cama de harina
y el recuerdo se acoge al borde de los labios.

A su reseco cascabel emporio templado
y es la semilla escándalo, compay de buena suerte.
Como el exceso sangra a su hachazo, y el cordaje,
cabello a cabello sangra y es manchón.

El ojo seco se enlaza a la semilla,
si lo tiramos contra la tierra abre un fajín,
de donde saltan las viejas acuñaciones, reina

tambora, glap, mejillas, mariscos apestados.
La suerte abre a la reina gordinflona
y esconde su canguro en las dos tetas.


X

Cada parcela se adentra a su pocillo,
cada color tiene su boca de agua.
Vender las tierras bajas con pozos falseados
es un tapabocas, esconder puercos por las palmas.

Las tierras restallan su espiral, con ladrillos
viejos se cubren las ijadas, y el pocero,
seco elemental, enjutado, pendula la necesidad,
y va por dentro, mano a la raíz de la lechuga.

El pocero descuida las persianas del pozo.
Cuando hace alcohol, la tierra seca el agua,
y el agua enjuta se trueca en la lombriz.

El pocero se fue a ver una hija que nadie la tenía,
por la mañana cambió la cinta carmelita del sombrero.
Cuando regresa, el recién puerco cava y llora en el melón.


XIV

Ver una hoja, igualarse a lupa de espalda;
recorrer, matinal, a tiento de gusano,
crujir las piedras de una nervadura, tozuda;
como cuando el caballo masca el grillo, suprimiendo

la lengua, pisándola con sus cascos, siguiéndola
con los clavos, basta lengua con clavos de olor.
Ver una hoja es sentir como alguien la envuelve
en la colcha de la boca del horno en ruinas.

La hoja viene al círculo hecho por la mano;
forma el gallo verde en la combustión piramidal,
gallito que no quiere ir a la cruz del círculo.

Su volverse a levantar es mero éxtasis de estilo,
empujón que enfatiza tronando en la veleta,
soltar piernas largas en el trasmundo decadente.


XXII

Es cierto lo del oleaje de los bailes,
tienen la tapa que sobrevive al cerco,
el nadante por el techo pechugado,
el nadado tirado a volar sobre la orquesta.

Se siente metido por pulpa de un oscuro
y cabecea en una orilla amaneciendo,
de las dos carnes que le cubren vano sería
poner el cristal frente a su cuero.

El baile ahora lo cubre y lo hace entero,
en la interpuesta cascada ya se escucha
y se vuelve a entonar en la otra línea.

La impulsión le regala el peldaño
que desconoce, la siguiente línea, la otra.
Es cierto lo del... reencuentro de dos desconocidos.


XXVII

La noche va a la rana de sus metales,
palpa un buche regalado para el palpo,
el rocío escuece a la piedra en gargantilla
que baja para tiznarse de humedad al palpo.

La rana de los metales se entreabre en el sillón
y es el sillón el que se hunde en el pozo hablador.
El fragmento aquél sube hasta el farol
y la rana, no en la noche, pega con su buche el respaldo.

La noche rellenada reclama la húmeda montura,
la yerba baila en su pequeño lindo frío,
pues se cansa de ser la oreja no raptada.

La hoja despierta como oreja, la oreja
amanece como puerta, la puerta se abre al caballo.
Un trotico aleve, de lluvia, va haciendo hablar las yerbas.


-- José Lezama Lima [La Habana, 1910-1976]

21 marzo 2009

De Poesía vertical

Una red de mirada
mantiene unido al mundo,
no lo deja caerse.
Y aunque yo no sepa qué pasa con los ciegos,
mis ojos van a apoyarse en una espalda
que puede ser de dios.
Sin embargo,
ellos buscan otra red, otro hilo,
que anda cerrando ojos con un traje prestado
y descuelga una lluvia ya sin suelo ni cielo.
Mis ojos buscan eso
que nos hace sacarnos los zapatos
para ver si hay algo más sosteniéndonos debajo
o inventar un pájaro
para averiguar si existe el aire
o crear un mundo
para saber si hay dios
o ponernos el sombrero
para comprobar que existimos.


Roberto Juarroz

(Coronel Dorrego, Argentina, 1925 - Temperley, Argentina, 1995)

17 marzo 2009

Nabokov: Opiniones contundentes


Trabajo prolongadamente sobre un conjunto de palabras hasta que me permite perfecta posesión y goce. Si el lector a su vez debe trabajar, mejor que mejor. El arte es difícil.
Vladimir Navokob, Opiniones contundentes.
Foto tomada prestada de http://www.fotonatura.org

01 marzo 2009

El desencantado (Budd Schulberg)



Por eso les gustaban las fiestas a Jere y a Manley; aceleraban el ritmo habitual de la vida; la gente aburrida se hacía soportable y la gente ya de por sí brillante lograba brillar aún más; metían a la gente en un cubilete, como si fueran dados, y los agitaban para ver qué combinaciones salían. De una mirada, de una palabra, de un movimiento acertado o inoportuno tras la tercera copa podía surgir un amigo, una carrera, un amante, un enemigo. El resultado de una fiesta era mucho más que la simple suma de todos sus componentes. A los Halliday les encantaba esa sensación de misterio, de burlarse del destino y de provocar las furias, esa sensación de, “¿qué pasará esta noche?”


EL DESENCANTADO. Budd Schulberg.

(Ed. El Acantilado)

20 febrero 2009

La escritora

Cuerpo estancado, cabeza desbocada, y ambos al final desembocando en la disciplina laboral más cruel que he conocido nunca. Formal hasta el gris perla. Como todos los que trabajan con la joya de la imaginación y habitan sin embargo cada día la cuadriculada bisutería del folio.

Tantas horas al día sentada frente a la tuerca feraz de las palabras hasta acabar amándolas y detestándolas por igual, llegando incluso a decirme al rato de conocernos que ella no podría estar nunca en la intimidad con otros escritor, no lo soportaría. Con escribir yo tengo bastante... Palabras que resultaron fatalmente prematuras como ocurre en el amor con casi todas.

Los poetas no sois escritores, me dijo de pronto horas después... Vuestra mirada es distinta, vuestros pasos también, llegáis a las cosas por caminos diferentes. Me invitó a subir a su casa...

Pensé al principio en escalar por la fachada, pero me dejé alzar finalmente con ella en el ascensor. Desapareció luego y apareció al poco desnuda y deshuesada, sin darme tiempo siquiera a decirle que eso jamás debía haberlo hecho con un poeta.

Esos seres que no saben amar sin complicarse antes la vida con un broche, o quedar atrapados en el torpe ascensor de una simple cremallera.

Mujeres encontradas de Fernando Beltrán.
Ediciones Sinsentido 2008.


15 febrero 2009

De La abadía de Northanger


Nadie que hubiera visto a Catherine Morland en su infancia habría podido imaginar que estaba llamada a ser una heroína.


Jane Austen (1775-1817)

Northanger Abbey, capítulo primero

29 enero 2009

AMAR

Amar es traducir
-traicionar-.

Nostálgicos para siempre
del paraíso antes de Babel.



Cristina Peri Rossi

(Poesía Reunida. Editorial Lumen).

Espejo

Soy plateado y exacto. No tengo prejuicios.

Me trago de inmediato todo cuanto veo,

Tal y como es, sin sombra de aprecio ni desprecio.

No soy cruel sino sincero:

El ojo cuadrado de algún diosecillo.

Casi siempre estoy meditando sobre la pared de enfrente.

Es rosada, con manchas. Llevo tanto tiempo observándola

Que creo que ya forma parte de mi corazón. Pero ella va y viene.

Los rostros y la oscuridad nos separan una y otra vez.


Ahora soy un lago. Una mujer se inclina sobre mí,

Buscando en mi superficie lo que realmente es.

Luego se vuelve hacia esas mentirosas, las velas, la luna.

Veo su espalda, y la reflejo con toda fidelidad.

Ella me recompensa con su llanto y el temblor de sus manos.

No le importo nada. Me deja y vuelve a mí constantemente.

Cada mañana su rostro viene a reemplazar la oscuridad.

En mí se ahogó una joven antaño, y en mí una anciana hoy

Se yergue hacia ella, día tras día, como un pez terrible.


Sylvia Plath


Poesía Completa, Bartleby editores, 2008

(traducción de Xoán Abeleira)