29 junio 2009

¡¡ Aleluya, hermanas!!


HOMILÍA DOMINICAL DEL REVERENDO WALTER ARIAS

(Extracto).

Hermana, si por alguna pintoresca razón psicosomática estás enamorada de un hombre y eres defensora no sólo de la monogamia, sino también de la fidelidad conyugal, lo mejor es que lo sometas cuanto antes a una indolora emasculación ("Qué es la emasculación?") La emasculación, hermana, es lo mismo que la castración. ("¿Aleluya?") Sí, hermana, aleluya: emascúlalo vivo. Sin dudarlo [...]. Aleluya. Si tienes un gato en casa te ves obligada a emascularlo para que no se mee por todas partes durante su época de celo y para que no te cante de madrugada un aria pavorosa de desesperación genital. Si tienes un caballo, te ves obligada a caparlo para templarle el carácter. Si tienes a un hombre en tu cama, te ves obligada a llamar a tu amante veterinario para asegurarte de que a ese hombre que duerme en tu cama no se le va a pasar por la cabeza la idea de dormir en otras muchas camas distintas ―cientos, millones: un infinito horizonte de camas en su enfermiza fantasía. Aleluya.

Ahora bien, hermana, si quieres conservar a tu hombre sin recurrir a la castración, sólo cuentas con una salida de emergencia: reventarlo sexualmente ("¡Oh, no, qué indignante! ¡Qué antialeluya!") Pues es lo que hay. La única manera de que un tipo le quite importancia al sexo como categoría abstracta no es otra que la de convertirle el sexo en una pesadilla concreta. ("Ale... ¿luya?") ¿Qué quieres que te diga, hermana? Si pudieras ver la peli que todos los hombres proyectan en sesión continua en su pensamiento, comprenderías que se trata de un plagio más bien burdo de El Hombre Lobo en el hospital de las enfermeras calientes [...].

Hermana, cuando tu patético galán regrese a casa por la noche (después de haberse pasado el día hablando de espejismos con forma de mujer con sus amigos, después de haber sufrido un infarto freudiano cada vez que veía un anuncio gigante de lencería en las angustiosas avenidas modernas), recíbele con un ropa interior que haría sentirse como una degenerada a la mismísima hija de Belcebú, por si acaso se le ha pasado por la cabeza invitar a comer a su nueva secretaria. Haz que se sienta en su propia casa como en un peep―show, en el más arcádico de los peep―shows: sin tener que echar monedas en su solitaria cabina de astronauta del sexo, enfermo de escorbuto [...]. Oh, sí, hermana, mátalo de sobredosis de sexo. Dios te apoyará y te dará fuerzas. Quédate incluso viuda: será una buena señal. Señal de que hiciste cuanto estaba en tu mano para amaestrar a ese fantoche que te miraba con desprecio cuando salíais de ver la última película de la guirivalquíria elástica, majestuosa en su baño de espuma [...].

Ánimo, hermana: la mantis no se equivoca. Pero no descuides nunca al ridículo Psicópata: él no puede vivir un sólo minuto sin pensar en sí mismo y en su misión divina. ¡Aleluya!.

(Felipe Benítez Reyes: El Novio del Mundo)

3 comentarios:

NáN dijo...

Querido amigo, no ha sido un éxito lo de Benítez. No es una boutade decir que con tus relatos de humor me parto y en cambio este del autor consagrado no me dice mucho.

Microalgo dijo...

Pues a mí me encanta.

Pero gracias por el piropo, Maese Nán.

El día del Amanuense bremeneen ustedes todo lo bremeneable, si hacen el favor. Tómese una (chiquitita) por mí, ande.

Un abrazo.

P dijo...

La vida es esto. Prestémosle atención a los
detalles. Al calorcito humeante del pis, a sacar la basura, a viajar apretados
en colectivo. Si no disfrutamos eso, ¿qué nos queda?