03 agosto 2007

SOBRE LOS CELOS

Naturalmente, en cierto sentido me “recuperé”. Trabajé. Conocí a Clement Makin y me dejé secuestrar por ella. Le conté toda la historia, creo que en cuanto nos conocimos. A mis padres no se lo conté, y creo que nunca lo supieron. Eran personas muy simples, poco desconfiadas y que jamás veían a nadie. Clement me consoló, curó mis celos, que durante un tiempo fueron un gran tema para nosotros. Ella casi gozaba de ello; tenía la sensación de que me curaba, y yo se lo dejé creer así, pero se equivocaba. La herida era demasiado profunda, y ahora estaba infectada por la tremenda amargura de los celos. Esa lepra atroz entró en mi vida cuando leí la carta del señor McDowell, y desde entonces jamás me ha abandonado. “Ella no te quiere y ama a otro”. Cuando andaba en su busca me aturdía la esperanza. Una y otra vez la perdonaba en mi corazón, y este acto de perdón constantemente renovado me consolaba. Sentía que ella, de algún modo, debía conocer mis sufrimientos, que mi pensamiento era capaz de alcanzarla. Pero siempre la había imaginado sola. Cuando supe sin la menor duda que se había casado no la odié, pero el demonio de los celos contaminó el pasado y no dejó a mi mente un lugar donde descansar. Quizá los celos son la más involuntaria de todas las emociones. Se adueñan de la conciencia, su raíz es más profunda que el pensamiento. Están siempre presentes, como una mota en el ojo, que corrompe el color del mundo.

El mar, el mar, Iris Murdoch (Dublín, 1919 - 1999).
Traducción de M. Guastavino

6 comentarios:

NáN dijo...

El extracto está perfectamente cogido: da el conocimiento de todo lo que se necesita para saber de qué trata. “Naturalmente, en cierto sentido me “recuperé”. Trabajé. Conocí a”... es suficiente.
En las 18 líneas siguientes (según tengo configurada la pantalla, hasta “un lugar donde descansar.”), dan una increíble cantidad de información.
Tres líneas y media más para dar una opinión sobre los celos; de las cuáles, la última, es un signo casi genial, “como una mota en el ojo, que corrompe el color del mundo” (he borrado lo que había puesto porque sonaba pedante y no lo pretendía).

Esta escritora que nos presentas, de la que había oído hablar y conocía por referencias, pero nunca había leído, ¡¡es la bomba!! Con esa capacidad, me extraña que tenga novelas de más de 10 páginas. Si son más largas, debes salir de ellas conociendo el mundo entero.

Con todo lo que vais proponiendo, me hago dos listas que me han proporcionado grandes éxitos parciales, por el placer de leer lo que desconocía, pero que como listas completas serán, seguro, otros dos fracasos generales de mi vida. La lista “Tengo la necesidad absoluta de leer a” y la lista “Deseo, tanto, pero tanto, leer a”.

Tu Irish Murdoch ya está apuntada en la segunda.


En cuanto al trapo del tema, los celos, je, jé, hoy prefiero no entrar.

Anónimo dijo...

empiezo a sentir celos de todos los que vienen, leen el texto y no dicen nada. ¿Por qué ese silencio? ¿Qué se traen entre manos? ¿Con qué nos estarán engañando? Si nos quisieran, dirían algo, ¿no? Porque vienen y están un rato; sé que lo hacen porque lo noto, a pesar de la oscuridad.

Anónimo dijo...

Cuando los celos son una parte decisiva del amor, este es infernal, porque el otro solo nos interesa cuando dudamos de que nos ame.

(¿pero quién dijo que el amor no es un infierno?)

Anónimo dijo...

¿es la pena de no ver o la rabia de no poseer?

Miguel Marqués dijo...

Uf. Los celos. Es a los retorcimientos del alma lo que el trabajo a los castigos del hombre.

Anónimo dijo...

Pues hoy sí entro (en el tema de los celos). Es imposible no haberlos sentido, a veces. Pero apunto ahora que uno de los objetivos del amor es hacerlos desaparecer (y seguir amando). Quizá no sería posible en el primer o segundo año (el tiempo en que el amor se sujeta sobre el entramado químico hormonal). Pero fuera de ese periodo, en el que no se suelen sentir (si no se está enfermo, y entonces ¡cuidado!), hay que aprender a desprendernos de ellos.