08 enero 2010

El Circus-Circus

El Circus-Circus es donde iría la gente maja la noche del sábado si hubieran ganado la guerra los nazis. Es como el Sexto Reich. La planta principal está llena de mesas de juego, como en casi todos los casinos... pero este local tiene unas cuatro plantas, al estilo de una carpa de circo, y en este espacio se desarrollan toda clase de extrañas locuras en un híbrido de feria rural y carnaval polaco. Justo encima de las mesas, los Cuarenta Hermanos Voladores Carazito ejecutan un número en el trapecio, con cuatro glotones norteamericanos provistos de bozal y las Seis Hermanas Nymphet de San Diego... así que estás allí abajo en la planta principal jugando al blackjack, y la apuesta es alta, y de pronto se te ocurre mirar para arriba y justo encima de tu cabeza hay una chica de catorce años semidesnuda a la que persigue por el aire un gruñente glotón, que se enzarza de pronto en una pelea a muerte con dos polacos pintados de color plata que se lanzan desde puntos opuestos y se encuentran en medio del aire sobre el cuello del glotón... los dos polacos agarran al animal mientras caen a plomo hacia las mesas de dados... pero saltan fuera de la red; se separan y vuelven a saltar hacia el techo en tres direcciones distintas, y cuando están a punto de caer otra vez, los agarran en el aire tres Gatitos Coreanos y van en trapecio hacia una de las barandas.

Esta locura sigue y sigue, pero nadie parece darse cuenta. El juego dura veinticuatro horas al dia en la planta principal, y el circo nunca para. Entretanto, en todas las galerías de arriba se acosa a los clientes con todo tipo imaginable de extrañas chorradas. Cabinas tipo sala de atracciones de todas clases. Quítale de un tiro los cubrepezones a una machorra de más de tres metros de altura y gana una cabra de caramelo de algodón. Plántate delante de esta máquina fantástica, amigo mío, y por sólo noventa y nueve centavos aparecerá en una pantalla tu efigie, de setenta metros de altura, sobre el centro de Las Vegas. Por otros noventa y nueve centavos se puede enviar un mensaje. «Di lo que quieras, amigo, te oirán, de eso no te preocupes. Recuerda que tendrás setenta metros de altura.»

Santo cielo. Ya veía que me tumbaría en la cama del Hotel Mint, medio dormido, miraría por casualidad por la ventana y aparecería, allí de repente, un nazi malvado de setenta metros de altura en el cielo de la medianoche, gritando incoherencias al mundo: «¡Woodstock Über Alles!»

Esta noche correremos las cortinas. Una cosa así puede hacer que un tipo drogado se ponga a dar saltos en la habitación como una pelota de ping-pong. Ya son bastante malas las alucinaciones. Claro que al cabo de un rato aprendes a soportar cosas como ver a tu abuela muerta subirte por la pierna arriba con un cuchillo entre los dientes. La mayoría de la gente del ácido sabe manejar este tipo de cosas.

Pero nadie puede manejar ese otro viaje: la posibilidad de que cualquier chiflado con un dolar noventa y ocho pueda entrar en el Circus-Circus y aparecer de pronto en el cielo de Las Vegas a tamaño doce veces el de Dios, aullando lo que se le pase por la cabeza. No, ésta no es una ciudad buena para las drogas psicodélicas. La propia realidad está ya demasiado pasada.




Miedo y Asco en Las Vegas, Hunter S. Thompson, en una edición de Anagrama del año catapún (con catapún = 2000, misteriosamente reciente). 

5 comentarios:

NáN dijo...

Leyendo lo que escribe este autor, y por lo que conocemos del cine y la TV ese país que tiene su sueño central puesto en Las Vegas, ¿qué seguridad tenemos de que la guerra no la ganaron los nazis?

Miguel Marqués dijo...

Jajaja, David, estupendo el texto. Sólo vi la película, hace mucho tiempo (demasiado, supongo: no la disfruté). Hay que revisitarla. Entretanto, sí leí algo sobre el periodismo gonzo, ¿alguien tiene algo periodístico de Hunter S. Thompson?

Lo de las holografías de 70 m sobre Vegas de pago es una genialidad que me extraña no exista ya.

Falta poco para el cónclave poético, por cierto, no?

Más abrazos y más mejor año!

Microalgo dijo...

Yo sí que disfruté de la película (pre-comentada por mi amigo Fenrir). Y la premisa del libro es espantosa (o espantante, si es que tal adjetivo existe).

Feliz año a todos, o algo.

david dijo...

Nán: sólo los nazis ganan las guerras. O sólo los nazis las pelean. A veces también las pierden. Contra los nazis, claro.

Miguel: pues hay que ver la peli otra vez, que Terry Gilliam es uno de mis directores favoritos y el único que se me ocurre que fuera capaz de hacer la peli así.

No desmerece al libro, que ya es decir, viendo la ida de pinza que es el libro.

Microalgo, ¿espantosa, la premisa?

"Vamos a Las Vegas en un descapotable, a estafar hoteles y arrasar el coche, con el maletero lleno de drogas" no me parece una premisa espantosa. Espantoso me parecería, no sé, ir a Las Vegas a hacer un curso de ganchillo, o a degollar gatitos con naipes afilados.

Los pobres gatitos.

O. dijo...

Por si te apetece entrar: opalazon.blogspot.com