04 febrero 2008

Y Ángel González dejó un regalo

Y me vuelvo a caer desde mí mismo

al vacío,

a la nada.

¡Qué pirueta!

¿Desciendo o vuelo?

No lo sé.

Recibo

el golpe de rigor, y me incorporo.

Me toco para ver si hubo gran daño,

más o menos me encuentro.

Mi cuerpo ¿dónde está?

Me duele sólo el alma.

Nada grave

5 comentarios:

Virginia Barbancho dijo...

Pues seguramente algunos de vosotros veíais ésto el pasado domingo en El País, donde se adelantaban tres de los últimos poemas que Ángel González dejó escritos y que van a publicarse en abril.

Ya sé que ha aparecido este hombre con anterioridad por estas playas, pero, con poesías así, no hay quien se canse.

NáN dijo...

un poco envenenado, Virginia, para los que todavía no nos hemos desnudado tanto como él.

Pablo Gutiérrez dijo...

Auch, pues yo también leí este poema el domingo y me dio una rara sensación, no sé si me atrevo a decirlo: un poquito carpetera. Y rabia me produjo por aquello de que AG bla-bla a todos nos gusta tanto, no hay duda, en este tiempo hostil, propicio al odio. En general, la muerte de AG me dejó atontado: era uno de los pocos poetas vivos de los que puedo hablar en clase. Vuelta a la necrofilia, pues. Pues.

Pablo Gutiérrez dijo...

... pero puede que fuera porque no me gusta leer poemas en los periódicos, la verdad. Los confundo con todo lo demás y me saben a barro.

NáN dijo...

Quedan muchos en activo, Pablo. Por ejemplo, Homero sigue vivito y coleando.