25 octubre 2009

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Hay una categoría de gentes que, si no cree, debe menos aparentar que cree. Son todos los atormentadores, todos los opresores y todos los explotadores de la humanidad. Sacerdotes, monarcas, hombres de Estado, hombres de guerra, financistas públicos y privados, funcionarios de todas las especies, policías, carceleros y verdugos, monopolizadores, capitalistas, empresarios y propietarios, abogados, economistas, políticos de todos los colores, hasta el último comerciante, todos repetirán al unísono estas palabras de Voltaire: Si Dios no existiese habría que inventarlo. Porque, comprenderéis, es precisa una religión para el pueblo. Es la válvula de seguridad. Existe, en fin, una categoría bastante numerosa de almas honestas, pero débiles, que, demasiado inteligentes para tomar en serio los dogmas cristianos, los rechazan en detalle, pero no tienen ni el valor, ni la fuerza, ni la resolución necesarios para rechazarlos totalmente. Dejan a vuestra crítica todos los absurdos particulares de la religión, se burlan de todos los milagros, pero se aferran con desesperación al absurdo principal, fuente de todos los demás, al milagro que explica y legitima todos los otros milagros: a la existencia de Dios. Su Dios no es el ser vigoroso y potente, el Dios brutalmente positivo de la teología. Es un ser nebuloso, diáfano, ilusorio, de tal modo ilusorio que cuando se cree palparle se transforma en Nada; es un milagro, un ignis fatuus que ni calienta ni ilumina. Y, sin embargo, sostienen y creen que si desapareciese, desaparecería todo con él. Son almas inciertas, enfermizas, desorientadas en la civilización actual, que no pertenecen ni al presente ni al porvenir, pálidos fantasmas eternamente suspendidos entre el cielo y la tierra, y que ocupan entre la política burguesa y el socialismo del proletariado absolutamente la misma posición. No se sienten con fuerza ni para pensar hasta el fin, ni para querer, ni para resolver, y pierden su tiempo y su labor esforzándose siempre por conciliar lo inconciliable. En la vida pública se llaman socialistas burgueses.

Ninguna discusión con ellos ni contra ellos es posible. Están demasiado enfermos.

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Dios y el Estado (1871), de Mijaíl Bakunin (Pryamukhino, Imperio Ruso, 1814 - Berna, Suiza, 1876)


5 comentarios:

pcbcarp dijo...

Como aquellas chicas con faldas de colorines y botas camperas que te decían "pues... no sé... para mí dios es... como energía. ¿no?"

Buen postio, que ya nadie se acuerda del viejo Bakunin

Miguel Marqués dijo...

Fíjate, que desde historia de COU no lo había vuelto a visitar... Y mantiene un radicalismo, una vitalidad y una actualidad envidiables, difíciles de imitar, aunque suene a tópico. ¡La historia traspasa al presente!

NáN dijo...

Tiene una gran energía, pero el tiempo le ha hecho mella. LAs cosas cambiaron por otros caminos y, hoy, los socialistas burgueses son laicos. También la mayoría de los burgueses no socialistas.

Miguel Marqués dijo...

Pues a mí me parece que no. Desde mi punto de vista, son muchos (muchos) los burgueses no socialistas que se confiesan creyentes o que se adscriben como poco a las prácticas y rituales de la iglesia católica. Y me da la impresión de que los socialistas burgueses, por su lado, siguen (seguimos) en su mayoría siendo incapaces de romper activamente con ese ente superior, aunque éste sea difuso e indeterminado. Es lo que dice pcbcarp, ese "yo creo que hay algo", "una especie de energía", lo cual Bakunin critica tan duramente como el catolicismo más puro.

NáN dijo...

Quizá, Miguel, me estaba refiriendo a la burguesía intelectualmente activa, que participa en la sociedad (desde sus diversos campos).

Hay otra burguesía (estoy hablando de nuestro país) basada en el mandarinato funcionarial, hasta sus niveles más bajos, de los servidores o auxiliares del Estado, y partidarios de que ese Estado sea cuanto más rígido mejor, que sí se coloca bajo el paraguas del catolicismo.

Es, probablemente, la consecuencia de la unión que se dio en nuestro país entre poder dictatorial e iglesia, hasta el punto de que se calificó como Nacional-Catolicismo: son los dos millones (contados de uno en uno, 60.000) que se manifiestan a la orden de los obispos, con el beneplácito del partido hermanado y el trompeteo de los poderosos medios afines.

Luego, los de la "especie de energía", que creo que es algo así como hablar del "bouquet de un cocido", vienen a ser las "ovejas confusas" de un secor situado en medio de esas dos burguesías.

¡Y no me pongas de ejemplo a los "intelectuales" del ABC!, porque forman parte de ese mandarinato orgánico.

(Tampoco creas, por lo que he escrito, que los laico-light me entusiasman).