19 noviembre 2009

En la diligencia

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La imaginación me llevó a emprender este viaje.
Sobre el techo de la diligencia se mojan paquetes y cajas.
Dentro, apretujamiento, ruido, sofoco.
Van una criada gorda y sudorosa,
un cazador entre el humo de su pipa y con una liebre muerta,
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el abate roncando y abrazado a una garrafa de vino,
una niñera con un bebé rojo de tanto gritar,
un comerciante borracho con un hipo pertinaz,
una dama irritada por todo lo aquí mencionado,
y además un chiquillo con una trompeta,
un perro grande y pulgoso
y un loro en una jaula.
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Y además alguien por quien precisamente me subí,
apenas visible entre fardos ajenos,
pero ahí está -y se llama Juliusz Słowacki.
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No parece muy dispuesto a conversar.
Lee una carta que sacó de un sobre arrugado,
una carta seguramente ya leída muchas veces,
porque las hojas se quiebran un poco en las orillas.
Cuando de entre las hojas cae una violeta seca,
ay, suspiramos los dos y la atrapamos al vuelo.
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Éste es quizá un buen momento para decirle
algo que desde hace mucho ordeno en mis pensamientos.
Disculpe Señor, pero se trata de algo urgente e importante.
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Vengo del futuro y sé qué pasa allí.
Para sus poemas siempre admiración y cariño,
y para Usted un alojamiento digno de un rey en Wawel.
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Desafortunadamente la imaginación no tiene tanta fuerza
como para que él pueda escucharme o por lo menos verme.
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Ni siquiera siente que tiro de Su manga.
Tranquilamente mete la violeta entre las hojas
y las hojas en el sobre y luego en un pequeño cofre,
mira un momento a través de la llorosa ventanilla,
finalmente se levanta, se abotona el abrigo, se abre paso hacia la
[puerta----
y qué hacer -se baja en la estación más cercana.
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Todavía durante un par de minutos no Lo pierdo de vista.
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Va así de minúsculo con ese pequeño cofre suyo,
todo recto, con la cabeza gacha,
como alguien que sabe
que nadie lo está esperando.
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Ahora en el campo de visión ya sólo quedan figurantes.
Una familia numerosa bajo unas sombrillas,
un cabo con un silbato y tras él unos reclutas exhaustos,
un carro lleno de lechones
y dos caballos de tiro de refresco.
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Wisława Szymborska, Aquí, Bartleby Editores, Madrid, 2009. Traducción de Gerardo Beltrán y Abel A. Murcia Soriano, edición bilingüe.
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9 comentarios:

NáN dijo...

Szymborska es una vieja amiga de esta casa siberiana. Fue precisamente aquí, creo, donde la conocí, traída por una joven hispano-polaca cuyo nombre debe estar todavía entre los de los colaboradores, pero que desapareció pronto, dejando apenas algunas pocas traducciones magníficas hechas por ella.

Este poema también me ha impresionado, ese abrazo que cruza tanto tiempo. La poeta deja siempre una atmósfera a ser limpio de intenciones, pero que te abraza seguro.

Gemma dijo...

Lo has expresado muy bien. Sus versos transmiten una pureza de intenciones y una sencillez tan depurada y elegante que raya lo sublime, como si le bastara para trascender servirse de una prosa vaciada de todo artificio retórico. (Alza el vuelo sin que se le noten las alas...)

Otras cosas que me gustaron especialmente fueron esa ironía velada con que presenta la escena y esa voluntad descriptiva y minuciosa, contraria a toda elusión poemática, de un estilo seguro, sin complejos y autosuficiente...

Liliana Lucki dijo...

Literatura y pureza.

Algo de curiosidad y fascinación.

Vienen recuerdos....

Saluda desde Argentina Liliana

Miguel Marqués dijo...

Ah, la Szymborska que trajo Olusia, es decir, Aleks, o sea, Alksandra Kucharkczuk, la díscola!

La historia me encanta, la experiencia palpable, la memoria del detalle hecha signos. Cine antes del cine!

Gemma dijo...

Liliana, es una maestra en arrebatar versos a los significados ocultos. Saludos desde Berlín ;-)

Miguel, ¿verdad? Yo también visualicé el poema como si de una peli se tratara... Todo el poema es sumamente plástico. Un beso

Miguel Marqués dijo...

Total! Y abrazo cruzatiempos, atmosférico, como dice NáN.

Lara dijo...

esta mujer-daga (fina).

besos y gracias

Miriam dijo...

lo ciertom es que de Szymborska este poema concretamente no me gusta. le falta intensidad para mi gusto

NáN dijo...

Cómo te agradezco, Miriam, que aparezcas para comentar y decir que en este poema ves falta de intensidad, que no te gusta.

Estos son los comentarios que nos permiten hablar. Hay poemas-patada, poemas densos que nos sumergen, poemas para escarbar, como este, ciento de tipos de poemas. No siempre estamos perceptivos para cada tipo, y eso es una base de la gloria de la poesía.

Personalmente, me encantó éste, en el que la poeta siente un amor fatal por un poeta muerto cien años antes, y retrocede para decirle algo "urgente e importante", como un fantasma llegado del futuro:

"Para sus poemas siempre admiración y cariño,
y para Usted un alojamiento digno de un rey en Wawel."

Ese salto desde el futuro, encerrando al poeta en una descripción de lo que era la vida entonces, me parece un salto de amor tan grande que es precisamente ahí (y en la descripción) donde encuentro la emoción.