Se había acostumbrado a estar sola. Su alma seguía viva gracias a los saltos incandescentes procurados por ciertos intervalos sagrados y fútiles: el ritmo y la melodía de unas palabras en una página, una sonata que transformaba el tiempo en un sentimiento, un paisaje en un lienzo captado de tal manera que brindaba un breve alivio frente al miedo de la neutralidad absoluta. Todo aquello era lo que sustentaba su fe en el mundo. Lo que los utilitaristas y los materialistas y los devoradores de ese cientifismo barato jamás comprenderían: que la privilegiada experiencia de pasear a la orilla de un río, en compañía de la naturaleza, no sólo se debía a una esencia propia de lo natural, sino también a las ideas recibidas a través de la poesía y la pintura, del canto llano protestante o la exuberancia romántica. Uno paseaba dentro del cuadro. Uno veía a través del poema. La imaginación también creaba la experiencia, no sólo la materia.
Union Atlantic, de Adam Haslett.
Salamandra, 2010.
Traducción de Ismael Attrache Sánchez.
Union Atlantic, de Adam Haslett.
Salamandra, 2010.
Traducción de Ismael Attrache Sánchez.
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