22 febrero 2007

SCHEKINA


«Que ella me perdone tanta ambición pisoteada,
y tanta esperanza apagada una y otra vez, como
una vela, de un soplo.»

(De la canción de Patti Smith, Horses)


Hace falta morir para amar a la Schekina, decían
aquellos viejos ebrios de saber y de misterio, aquellos
libros que leíamos juntos como con miedo de su esplendor,
o a veces siguiendo el ejemplo del niño
que va ciegamente hacia la luz, atraído
por el brillo inefable
en lo oscuro, y muere igual que una mariposa nocturna:
porque
hace falta morir, hace falta morir para amarte más y más,
mujer sin nombre
soplo al que llaman, quién sabe por qué, «caridad».
Y heme aquí que ya he muerto, ya he gozado, merced es,
de tu caridad, en verdad única y suprema, porque
en este mundo sin ojos debe de ser cierto
que sólo la muerte nos ve. Y ahora sé por fin
por qué eras tan frágil como la inexistencia, por qué
nunca sabía cómo llamarte y eras tan torpe para ser, y es que
en el país de los muertos sólo habitas tú. He muerto porque
hace falta morir para volver a amarte
he muerto y en esta helada habitación donde
ya no hay nadie, y que recorre el viento, destruyendo los libros
que tanto daño hicieran, quedan sólo debajo
de las ruinas aquellos recuerdos de absurdos juegos y cópulas
y de niñez desenfrenada cual
un palacio enterrado bajo el mar: y he aquí mi regalo, he aquí
mi ofrenda de amor: este cadáver, este
despojo que aun así
sabe que no es digno pero
dile una palabra solamente
y caminará, caminará de nuevo no como aquel viejo
magullado que murió en España, sino
como alguien renacido gracias a un disparo,
lavado por la destrucción. Porque tal parece que
detrás de la muerte está la infancia otra vez,
y el miedo
esconde coros de risas, te lo juro:
he muerto y soy un hombre, porque
detrás de la muerte estaba mi nombre escrito.


De Narciso en el acorde último de las flautas, 1979
Leopoldo María Panero (Madrid, 1948)

4 comentarios:

NáN dijo...

¡Ahora si entiendo tu pregunta en otro lado!

¡¡¿dónde estas NáN, que no estás dando botes, oyendo cantos de la Schekina y arañándote la piel con este poema que he puesto del loco de Panero que nació el mismo año que tú, él querido y tú temido, para luego cambiarse los papeles cuando era demasiado tarde?!!

Me consuela que antes de estar donde te dije, estuve en La Manuela leyendo poemas de Ashbery. En La Manuela, de donde fue expulsado Leopoldo tantas veces como yo bien recibido (lo que por cierto no dice nada a mi favor).

Y resulta que también gocé yo Merced es de su caridad única y suprema.

Y tanto es así que el otro día manipulé un poema mío y dejé la parte más dulce en el sitio de Reb, y la más amarga en el de Ur, que creo me entiende eso. Y ahora me he ido donde Ur para copiarlo (no tenía el original porque fue una improvisación) y pegarlo en un comentario a ti, para que veas cómo nos luce la hermosa dama a los cuarentayochistas. (Si mi médico te conociera, seguro que declaraba que las Lara son demasiado Bárbaras y sustancias prohibidas en casos como el mío; menos mal que no le hago mucho caso).

¿Cómo coloco los ojos,
para que quepan cinco mundos?
¿Dónde los pies
para que tu baile no me deje atrás?

¿Alfas para omegas?
¿Quién pone la mano en mi herida?

¿Quien sabe lo de cruzar las manos
para que los pulgares derechos
para que los izquierdos
se junten hasta que el espejo no se empañe?

Bailemos. Uno dos tres.
Puedes estar tranquila.
No hay lágrimas.
La luz que te hería
se apagó.
Dulce, dulce ausencia.

Blam.

Lara dijo...

Me quedo más tranquila.

NáN dijo...

¡Qué triste, ¿no?! Que vengas hasta aquí a poner a la Patti con Horses y nadie se acerque llorando a dejar comentarios. (Lo de Horses lo pienso arreglar en un plis, volviendo a la Playas con un abrazo tierno a todos y una entrada de bandera: habré de dejar para mañana la que quería que fuera).

Pero qué triste que nadie diga nada.

Qué triste, si no es que estáis en dulces brazos, huyendo de la muerte, porque como escribió el poeta catalán Micó, "hay que morir deprisa, pero tarde".

Qué triste, si no es porque estáis entregados ahora a la dulzura y la mirada que os da la paz, que no vengáis a decir nada cuando Lara pone el poema en el que Leopoldo dice:

aquellos
libros que leíamos juntos como con miedo de su esplendor,

en el que Leopoldo dice:

hace falta morir, hace falta morir para amarte más y más,

en el que Leopoldo dice:

y he aquí mi regalo, he aquí
mi ofrenda de amor: este cadáver, este despojo que aun así
sabe que no es digno pero
dile una palabra solamente
y caminará, caminará de nuevo.

Anónimo dijo...

¡qué solo, desdentado y maravilloso corazón de Leopoldo, tan loco, tan cercano, tan poco visitado!

Muerto como una mariposa nocturna, todas las noches. Reasesinado mientras nosotros elegimos el color de la mermelada.