21 agosto 2008

La belleza incomunicable

Una noche tuve una revelación. Desplomada en el sofá estaba leyendo un cuento de Colette titulado "la cera verde". Aquella historia no venía a contar nada concreto: una joven muchacha lacraba unas cartas. Sin embargo, aquel relato me cautivaba sin que pudiera explicarme por qué. A la vuelta de una frase que no aportaba demasiadas informaciones suplementarias, se produjo un fenómeno increíble: un influjo recorrió mi columna vertebral, mi piel se estremeció, y pese a la temperatura ambiental de treinta y ocho grados, se me puso la carne de gallina.

Estupefacta, releí el fragmento que había producido aquella reacción, intentando descubrir su origen. Pero allí solo se hablaba de cera en fusión, de su textura, de su olor: o sea de nada. ¿Entonces por qué aquella emoción espectacular?

Acabé por averiguarlo. Aquella frase era hermosa: lo que había ocurrido era la belleza.

Por supuesto que me acordaba de los discursos de los profesores: "Analizad el estilo de este escritor", "Este poema está muy bien escrito, por ejemplo la vocal tal aparece cuatro veces en el verso", etc. Semejantes disecciones resultan tan pesadas como un enamorado detallando a un tercero los encantos de su bienamada. No es que la belleza literaria no exista: solo es que es una experiencia tan incomunicable como los encantos de la Dulcinea para quien no es sensible a los mismos. Hay que apasionarse uno mismo o resignarse a no entender nunca nada.

Para mí, aquel descubrimiento equivalía a una revolución copernicana. La lectura constituía, junto con el alcohol, la parte esencial de mis días: en adelante, sería la búsqueda de esa insoluble belleza.

Amélie Nothomb, Biografía del hambre, traducido para Anagrama por Sergi Pàmies

11 comentarios:

Transeúnte dijo...

Entiendo lo que escribe Amélie Nothomb en "Biografía del hambre". Perfectamente. Muchas veces creo que esas clases necesarias en los que se imparten las normas de rima menor, rima mayor, encadenados, sinalefas, elisiones... soy un arma de doble filo (como lo es casi todo). Puede que enganches a alguna de tus alumnos a la poesía (pudiera ser) o que hagan que aborrezcas tanta cosa técnica en medio de estrofas en las que casi nada entiendes. Pon a Benedetti en la ESO, coñe. No me pongas poesías de algún escritor elitista (los aborrezco).
A mí eso de la cultura vista como élite, como algo que sólo los iniciados pueden alcanzar. Eso de los escritos (no sé si eran esotéricos o exótericos) me pone de mala leche. Sabes lo que sabes en parte porque otros antes han compartido, só memo.

Sí, igual digo algo que es del todo contradictorio. Pero yo lo digo y si alguien me dice que errada voy, quiero buenas razones.

Todo desde el besuqueo y esas cosas.

NáN dijo...

Transeúnte, tienes razón en lo que dices, pero conviene matizarlo. Del extracto de A.N., precisamente lo que me interesa es su afirmación, que comparto, de que la belleza existe, y que no puede explicarse (lo que también comparto). Se me ocurre, de lo que escribes, tres apartados.

La jerga profesional. Lo explica muy bien Nothomb: lo que nos cuentan los profesores nos aburre y puede alejarnos para siempre de la literatura. Pero si eso no sucede, si nos entusiasmamos con la literatura y encontramos amigos a los que les pasa lo mismo, conocer esa jerga es de gran utilidad para conversar sabiendo de qué estamos hablando. Es como una película, que nos puede resultar bellísima. Pero una película no se puede hacer poniendo en el guión "plano emocionante del personaje": habrá que poner, por ejemplo, "primer plano frontal del personaje". E incluso después, los amantes del cine, pueden referirse a esa escena diciendo "el primer plano de Matilda cuando le dicen que se vaya es...". Así pues, los andamiajes y los trucos de construcción son necesarios, pero ni explican la belleza del edificio ni aseguran que vaya a ser bello.

Las élites. Son odiosas e inútiles cuando se creen formadas por miembros divinos y superiores a los demás. Un gran amante de la literatura puede ser una persona despreciable. Así que tienes toda la razón. No hay más que decir.

Los amantes y aficionados. Puede parecer que forman una élite, pero no es así. No se consideran superiores, pero se regocijan cuando encuentran a los suyos, a los que han sido conmocionados también por, en este caso, la literatura. La belleza no se puede transmitir ni conocer, pero sí sentir (ese es, en mi opinión, el sentido del extracto de Nothomb). Cuando percibes quealguien ha podido sentirla varias veces, te sientes ante un igual con el que puedes hablar de muchas cosas.

Final. Cuando pasa lo tercero, te das cuentas de que ahorras mucho tiempo inútil si conoces lo primero, la jerga. Por ejemplo, en las entradas en los blogs que ponemos, en los comentarios que nos hacemos.

Mi querida nieta virtual, espero que estas razones te sirvan.

Anónimo dijo...

Uf, cuando te pasa eso que relata AN es lo más. No os ha pasado que recomiendas a la gente fervientemente un libro porque a ti te ha parecido maravillosos y te encuentras con que a la gente le deja indiferente: es que no han encontrado esa belleza que tu sí.

La técnica es como el lenguaje: nunca sobra y siempre te resulta útil para expresar lo que sientes. ¡Ah! Pero eso no significa que ocurra lo contrario: que el que sabe mucha técnica o decir muchas palabras bien dichas al final diga algo interesante…

Las élites… yo no estoy tan en contra si están formadas por personas brillantes… Ya sabemos que no todos somos iguales y en algunos aspectos hay que diferenciar.

La belleza no se explica, por eso existe el arte (literatura, etc.)

Transeúnte dijo...

Nán: Intento pulir mi comentario.
Mmmmm... es completamente cierto que necesario es el lenguaje técnico para saber de que se habla. Mezclé cosas.
Como casi siempre hago... mmmm... Si bien es cierto que necesario son los tecnicismos, yo aprecio más la sencillez (ves como le meto subjetividad dónde no toca...) aunque esa sencillez aparente conlleve más trabajo que la comprensión de las "Soledades" de Góngora o que "El Canigó" De Jacint Verdaguer. Mezclo peras y manzanas y aquí no se puede.

Mmmmm... estoy de acuerdo contigo y con Magapola que tras un encuentro excitante con alguna película, libro, canción se crean conexiones bestiales con las gentes que consideran lo mismo. Realmente bestiales. Y de hecho yo casi soborno/me sobornan para que lean/vean/escuchen eso que me/le ha dejado muerta.

De hecho a veces me pregunto si podía llegar a conectar tanto con alguien sin esos nexos comunes formados por esas obras. Es hasta peligoroso el considerarlo porque puede que acabes creando un muro que sólo los "iniciados" pueden llegar a superar. Y esa idea me desagrada del todo.

Transeúnte dijo...

Magapola: Ya sabemos que no todos somos iguales y "en algunos aspectos hay que diferenciar". Si no es demasiado incordio (yo ya advertí que lo era...), expplicame que entiendes por "hay que diferenciar".

Graciñas y kuss

Anónimo dijo...

Diferenciar en el aspecto político: hay que diferenciar que hay gente con más inquietudes intelectuales que otras, o más involucradas en aspectos de interés general, o más capacitadas para organizar, plantear y dar soluciones a problemas, etc. Simplemente a otra gente no les interesa esas cosas
Diferenciar en el aspecto artístico: hay gente con verdadero espíritu artístico, que crea modelos, tendencias, corrientes, que saben destacar, atraer al otro en su expresión, etc. Simplemente otra gente no está en ello.

No sé si te basta, Transeunte, no sé si queda claro, más o menos es lo que yo entiendo por diferenciar al hablar de élites, que para mí son un poco como genialidades.

NáN dijo...

Pues Magapola tiene toda la razón. Las elites son absolutamente necesarias en cuanto que apreciadores y conocedores que nos allanan el camino... siempre que no se lo crean y no traspasen la línea de la vida.

Copio y pego lo que dije: "Son odiosas e inútiles cuando se creen formadas por miembros divinos y superiores a los demás".

El problema, que no es solo de las elites sino de todo grupo humano, es que todo tiende a ritualizarse y perder sentido, y ahí es donde las elites se convierten en algo nauseabundo.

Pero creo que nos alejamos del tema: la belleza como algo que existe y que los que la percibimos a veces nos podamos reconocer unos a otros.

Una última cosa, Transeúnte: no es necesario limitarnos a relacionarnos con esas personas magníficas. Yo admiro también, y mucho, a los científicos. Y tengo amigos a los que quiero y me sustentan que no han leído libros ni son científicos. La vida es grande.

No puedo evitar volver a poner estos versos de Ángel González:
«Largo es el arte, la vida en cambio corta
como un cuchillo».

Transeúnte dijo...

Leído.

Gemma dijo...

¡Ay, la belleza!

Besos (me parece que habéis comentado y dicho todo lo que había que decir).

kika... dijo...

Me encantó el texto, quizá no lo tomé desde un punto de vista de praxis política, sino desde un punto de vista estético: esto de buscar la belleza me quita el sueño (al menos a veces).

Así que el texto, precioso. Y el debate, interesantísimo.

besos a todos,
K

Miguel Marqués dijo...

La belleza es como los DNIs: personal e intransferible. Pero en todas las reuniones, cuando alguien saca el suyo para enseñar la foto o el lugar de nacimiento (a algún incrédulo) todos los DNIs terminan encima de la mesa. La curiosidad saciada y el jolgorio asegurado (sobre todo si descubres que alguien nació el mismo día que tú).

Wittgenstein tendría mucho que decir sobre la incomunibilidad... Así que... que lo diga él.

Yo paso por ahí cada vez que vuelvo de viaje, sobre todo esos en los que sin saber por qué a uno se le ponen los pelos de punta al meter la llave en la cerradura de casa, el día de la vuelta.