16 marzo 2007



Después del crepúsculo, en las terrazas del palacio real, Marco Polo exponía al soberano los resultados de sus embajadas. Habitualmente el Gran Jan terminaba las noches saboreando con los ojos entrecerrados estos relatos hasta que su primer bostezo daba al séquito de pajes la señal de encender las antorchas para guiar al soberano hasta el Pabellón del Augusto Sueño. Pero esta vez Kublai no parecía dispuesto a ceder a la fatiga.
—Dime una ciudad más— insistía.
—Desde allí el hombre parte y cabalga tres jornadas entre norte y levante...—
seguía diciendo Marco, y enumeraba nombres y costumbres y comercios de gran número de tierras. Su repertorio podía considerarse inagotable, pero ahora le toco a él rendirse. Era el
alba cuando dijo: Sire, ya te he hablado de todas las ciudades que conozco.
—Queda una de la que no hablas jamás.
Marco Polo inclinó la cabeza.
—Venecia— dijo el Jan.
Marco sonrió. —¿Y de qué otra cosa crees que te hablaba?
El emperador no pestañeó.—Sin embargo, no te he oído nunca pronunciar su nombre.
Y Polo: —Cada vez que describo una ciudad digo algo de Venecia.
—Cuando te pregunto por otras ciudades, quiero oírte hablar de ellas. Y de Venecia cuando te pregunto por Venecia.
—Para distinguir las cualidades de las otras, debo partir de una primera ciudad que permanece implícita. Para mí es Venecia.
—Entonces deberías empezar cada relato de tus viajes por el lugar de partida, describiendo Venecia tal como es, toda entera, sin omitir nada de lo que recuerdes de ella.
El agua del lago estaba encrespada apenas; el reflejo cobrizo del antiguo palacio de los Sung se desmenuzaba en reverberaciones centelleantes como hojas que flotan.
—Las imágenes de la memoria, una vez fijadas por las palabras, se borran —dijo Polo—. Quizá tengo miedo de perder a Venecia de una vez por todas si hablo de ella. O quizá
hablando de otras ciudades, la he ido perdiendo poco a poco.

Las Ciudades Invisibles, 1972
Italo Calvino ( Santiago de Cuba, 1923 - Siena, 1985)
Traducción de Aurora Bernández

6 comentarios:

Paralelo 49 dijo...

Me hubiera gustado publicarlo en cursiva tal y como está en el libro, pero la lectura era más fácil así. Por eso decido dejarlo como está, pero vosotros leedlo en cursiva.

Muchas gracias , de corazón, a todos por esta invitación.

Un abrazo

NáN dijo...

Habéis hecho las dos una entrada maravillosa en las playas, la una con una poeta que yo desconocía pero que se nos hace cercana porque lo es para alguna de vosotras (para mí será siempre la poeta que comía aceitunas negras).

Y tú con ese libro grande y tierno y grande y pensativo y tierno. Me habría sido difícil elegir un párrafo. Pero cuando he visto el que has puesto, me he dicho ¡Este es! Los dos polos necesarios de la literatura (de la vida).

Curioso que siento esta grandeza cuando lo veo o me hablan de él, pero si me preguntan por mis libros favoritos, nunca lo cito. Pues dicho está. Si me hacen la pegunta habitual: "En caso de que incluso con peligro de tu vida tuvieras que salvar 50 libros de todo el mundo y todos los tiempos frente al avance de los fascistas, ¿cuáles serían los 10 primeros?". Pues sí, junto a las grandes obras apabullantes estaría este libro de Calvino, para no olvidar nunca quén soy y quiénes somos.

Una segunda y amarga reflexión: nunca le he dicho a hombre o mujer que siempre que hablaba de un hombre o una mujer estaba hablando de una parte de él, o de ella. No digo que no lo habría podido decir (tampoco estoy diciendo lo contrario): digo que no lo he dicho. Me iré de este mundo («rápido pero tarde») con esa, entre otras, parte amarga y dura. Esas cosas que adensan y hacen pesada el alma para que en la báscula pese más ese platillo que el de la pluma que representa al universo.

En cuanto a las cursivas, ¡has hecho pero que muy bien! Cómo las odio cuando se abusa de ellas. Termino inclinando la cabeza y acabo con dolor de cuello.

Abrazo de corazón (con sus partes oscuras y todo). Bienvenida.

carmen moreno dijo...

Yo también quiero dar las gracias a las playas por dejarme entrar, por compartir la brisa helada. Y a Paralelo por un texto tan hermoso...

Yo que de Calvino sólo conocía aquel Barón que dejó de vivir en la tierra para vivir en los arbóles... Rampante, rampando, así vamos algunos sin vislumbrar el suelo.

Gracias, Par.

A Nán, a todos, me retiro unos días para ver si el océano vuelve a su cauce, pero volveré pronto. El mar siempre encuentra el camino.

Anónimo dijo...

Teme perder Venecia si habla de ella. Tememos, casi todos, hablar de cosas, porque (¡bendita sea!) creemos en el poder generador del verbo.

Pero aunque las palabras generen, podemos equivocarnos en nuestros miedos. ¿Disminuye el amor del amante cuando repite sin cesar el nombre y las características del amado? Sin embargo, nunca hablo de proyectos con quien no está implicado en ellos.

Para objetivos así nos reunimos en estos sitios. Sobre todo para dos: para potenciar (poder) el amor que nos tenemos y que no convertiría en falso hacia atrás que en un futuro pasara algo; y para adiestrarnos en el poder de las palabras, del verbo (¿te resulta impertinente que recuerde aquí a Winsta y su feliz búsqueda de ese poder? El malentendido [que forma parte de ese poder] os separó, pero no a mí de vosotras).

Y prima, mi confianza en ti es tal que te imagino fuerte recomponiéndote, pero mi cariño me lleva a pedirte que me llames, si no mañana, sí el domingo por la tarde, para hablarme de lo que ya sabes. Pero si también lo haces mañana, mejor.

Y no, no leí lo del barón rampante, pero sí, más de una y de dos veces, "las ciudades", y "seis propuestas para el próximo milenio".

Un gran tipo.

Rober dijo...

Calvino. Marco Polo. Venecia.

Hay que comenzar por el principio...

No he leido este libro (sí otras cosas de calvino) pero prometo aplicarme ¡y también nos planteamos lo de la semana santa alcohólica que vengo con ganas de leer!

besos y abrazos para todos

Paralelo 49 dijo...

Me costó muchísimo elegirlo, de hecho tengo el libro lleno de señales papelitos azules y billetes de tren. Lo leía a distintas horas, al final quedó Venecia y la madrugada.

A Tu amarga reflexión le digo que mejor no te vas de este mundo ni rápido ni tarde, mejor te quedas. Supongo que esos pequeños detalles son los que nos ayudan a decir y a no dejar atrás nada pues luego ese lastre...se arrastra. Yo por eso para bien o para mal no me quedo con nada dentro.

Teme perder Venecia o piensa que la ha ido perdiendo poco a poco que también nos pasa.

¿El poder de la palabra? Realmente pienso que hay muy poca gente que tome en serio el Principio de la palabra. Y el poder de la palabra se acaba quebrando como quien rompe una promesa. Yo más bien, a veces me pregunto, sin ánimo de dramatizar, lo que escribió Marái en "Divorcio en Buda ¿De qué sirven las palabras?¿más para herirnos que para regenerarnos?... Bah, tampoco sé, aunque a veces, sólo a veces...

Impertinente no, en absoluto. Winsta es parte de ti. Nómbrala, tráela, de tu boca o de tu mano, en cada ciudad, en todas. Siempre que quieras. Aunque sí te equivocas en que yo no me he separado, ni dejado de separar. No me he ido. Yo sigo donde estaba. Donde estuve.

Carmen déjate de retiradas y escríbeme.

Roberto el libro es genial, ya me contarás. Espero que me cuentes!

Besos