18 abril 2007

Un autor descubre, leyendo un libro ajeno, una palabra que le seduce. Es una palabra hermosa, eufónica, como lucífaga, precisa como canchal, o anacrónica como tabardo. Le gusta, y querría emplearla en algún texto propio. Así que la guarda a la espera de tener oportunidad para ello. La anota en su cuaderno (los autores suelen llevar encima un cuadernito de notas; un Moleskine los más esnobs, un simple bloc de papelería los más humildes), y ahí la tiene, calentita, impaciente por ser colocada en una página. Ahí está ese canchal, aburrido de esperar en el cuaderno desde que fue leído por primera vez en alguna enciclopedia (hay autores que leen enciclopedias para enriquecer vocabulario, y así les salen novelas que tiene la música monótona de una enciclopledia. Ahí está ese tabardo de saco, leído en alguna novela social de los cincuenta, y que cuelga en el armario del autor, con bolas de naftalina para protegerlo de las polillas, y a la espera de que algún personaje antiguo tenga frío y sea pobre como para envolverlo en un tabardo de saco. Y ahí está esa condición lucífaga, acaso sorprendida en un poema decimonónico, y que el autor conserva en un cuarto oscuro (pues si le da la luz pierde cualidades) hasta que tenga oportunidad de ponerle el adjetivo, como camiseta, a algún personaje de hábitos sombríos. En definitiva, se trata de un recurso literario por el que el autor no busca una palabra para describir una situación, sino que busca (y crea) una situación para colocarle una palabra previa. El órgano que crea la función, y no al revés. Suponemos que el autor tendrá su cuaderno (¿Moleskine?) lleno de palabras elegidas, y que algunas irán cayendo por la novela. Seguramente, como la mayor parte de jóvenes novelistas, guarda un samovar leído en alguna novela rusa, algo de terminología satánica aprendida en Baudelaire, y unas cuantas flores raras de manual de botánica, aunque nos tememos que no sea ésta la novela adecuada para que los personajes beban té en el samovar, imprequen invocando mitologías del averno, o siembren en los campos andaluces extrañas (pero de hermoso nombre) plantas. La eufonía, esta tentación de los autores. Quién sabe, quizá yo mismo tenía en mi Moleskine apuntada la palabra "eufonía", y he escrito esta nota sólo para plicarla.

¡Otra maldita novela sobre la guerra civil!
Isaac Rosa (Sevilla, 1974)
Seix Barral, 2007

8 comentarios:

Anónimo dijo...

En una situación en la que me estaban dando por todas partes, alguien dijo "ponte al sol, protégete del frío de las playas", o algo así. Saqué mi moleskine de snob pedante y anoté "bueno" (en el sentido de la palabra bueno).
Así que primero fue la situación, luego la palabra y vuelve a ser la situación.

¡Y mira que es difícil encajar en la vida real la palabra "bueno"!

Excelente párrafo de este autor al que, como me sucede con la mayoría de mis contemporáneos, no he leído (todavía, porque me han llegado buenas ideas sobre él).

Anónimo dijo...

Supongo que oirías hablar de El vano ayer, anterior a ésta, y que algo habrás leído en Mercurio o en tu Babelia de su segunda (¿tercera?) novela. Yo, que no quiero hacer recomendaciones, sólo te digo que me noqueó El vano..., particularmente por el estilo y la construcción (¡hacía tanto que no leía algo de un español que se atreviera a salirse de sus casillas!, ¡tanto que alguien no inventaba, mezclaba, descomponía, se salía del estilo premioplanetario!). Ahora, en medio de ¡Otra novela... también ando grogui, pero en otro sentido. Me aturde, me hace sentir idiota y pensar que él es un verdadero idiota por pensar que un planteamiento como ése puede estirarse tantas páginas. En fin. Extraño tipo este Isaac Rosa, que en cada párrafo te provoca para que dejes de leerlo.
Esa suficiencia del "todo está inventado, no esperes gran cosa de mí"...
No sé...

Lara dijo...

Chicos, venios a Berlin (y poned vosotros las dos tildes que faltan en este teclado).

NáN dijo...

Sí, me venía ya muy recomendado.

Con tu recomendación, pasa al cesto de los "tarde, pero de fijo".

No te importen, Lara, las tildes, porque tu acento llega claro.

NáN dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
NáN dijo...

el "suprimido" es mío: había aparecido dos veces el mismo comentario.

Con esta torpeza, añado tres donde debía haber uno. ¿No sería esta una buena explicación del significado de la Trinidad? ¿Una cierta torpeza en el Crear?

isobaras dijo...

¡¡Me gusta el texto!! Me ha despertado a estas horas nocturnas. Muy bien.

Miguel Marqués dijo...

¡Sí, texto despertador es una gran definición!.

A mí me levanta las uñas para sacar de dentro vicios muy vicios que tengo al escribir. El preciosismo me guiña los ojos y he de confesar que en el instituto me fastidiaba que a todo el mundo le cayera mejor Quevedo que Góngora (con razón)(con razón que les cayera mejor, digo).

Me daría mucha risa escribir algún día una (buena)novela como excusa para poder construir una sintaxis emocionante o fascinante alrededor de tecnicismos como trajinar, gárgara o vavasor.