01 diciembre 2006

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Una luna de navajazo escoltaba una caravana de nubes en fuga y de la ciudad subía la excitación de las noches de fiesta, cuando aún las mejillas de los hombres no raspan, las mujeres conservan su perfume y en el aire navegan las promesas de la noche como aviones haciendo cola para aterrizar.

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"¿Adónde vamos?", quiso saber Marina, que aún sentía su mano esquiando sobre su cuerpo. Y Bernard le dio la única respuesta a la que ningún viajero se puede resistir: "Ya verás".

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Ni siquiera supo en qué momento él le había cambiado al chófer la dirección. Aunque recordaba muy bien la ruta del aeropuerto -- el viajero se fija en lo que deja porque ya presiente la nostalgia --, nunca la había hecho pegada a la boca de un hombre. Ni que hubiese sido la última boca, el último hombre.

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Tardaría en desmigajar toda esa primera vez, pero a cambio pudo ponerle un nombre a ese otro olor de Bernard que había estado echando de menos, y que al fin pudo nombrar como si fuese la última pieza de un rompecabezas de perfumes. Era el mismo olor de las sombras sobre la Sabana y el del fondo de los ojos del piloto, y lo dejaba a uno sin saber ni dónde estaba el sur. Resultaba difícil de reconocer, el olor del viaje, porque además cambia las cosas a su paso.

Ya verás, de Pedro Sorela (Bogotá, 1951)

7 comentarios:

Lara dijo...

Todo esto escondido en las páginas del primer libro en el que quise ser azafata de vuelos, o piloto submarino, o al menos colombiana. Te enseña hablar en setón. Es muy útil.

NáN dijo...

me alegro de que alguien intervenga, porque no quería ser otra vez el primero.

Me encanta ese estilo poético-pirao. Pero ne-ce-si-to-más-in-for-ma-ción. Que lo dejas ahí que uno no sabe si es comida o un adorno.

No todos sabemos lo que es el setón. Ni hemos sido azafatas de submarino.

Anda, MIG, dale a los yanquis en Corea, haz lo que te dé la gana. PEro cuéntanos porqué ese y no otro.

Miguel Marqués dijo...

Pues ese porque me gustó leer viaje. Había leído libros de viajes, como los de Verne (los primeros que leí y quizá los últimos que lea) o Javier Reverte (después), novela histórica con viaje, como León el Africano o Sinuhé el Egipcio. Pero no había leído viaje. Y a este tío le leo viaje.

Y vi verdades íntimas escritas: me han emocionado las noches de fiesta cara cuando aún no me raspa la cara, me fascinan los "ya verás", me conmueve el olor inasible del viaje y cómo por sí solo me cambia las cosas y me divierte pensar que es cierto, que me acuerdo al detalle de los días previos a algún viaje lejano y de meses (siendo mi memoria lo que es: un colador de agujeros enormes).

Por cierto, que yo soy mucho más de los Polikarpov importados ;). Y qué bonitos eran además.

Miguel Marqués dijo...

Por cierto, que ya he puesto en la entrada de Os argonautas el amago de traducción prometido.

Anónimo dijo...

¿Y el setón?
La tarducción suena bien. Mañana miro el sentido.

Lara dijo...

Para lo del setón tienes que leerte el libro (y también Viajes de Niebla, del mismo autor). No te lo vamos a descifrar aquí tan fácil.

Anónimo dijo...

jooo