11 diciembre 2006

“De camino a Babadag", Andrzej Stasiuk
Sí, no es más que ese miedo, esa búsqueda, las huellas, las historias, que han de disimular la inalcanzable línea del horizonte. Una vez más se ha hecho de noche y todo se aleja, desaparece cubierto por el cielo negro. Estoy solo y me obligo a recordar todo lo sucedido, porque me atormenta el miedo al infinito. El alma se disuelve en el espacio como lo haría una gota en las profundidades del oceáno, y yo soy demasiado cobarde para creerlo, muy viejo ya para afrontar la pérdida, y creo que sólo a través de lo palpable es posible alcanzar el consuelo, que mi cuerpo no encontrará refugio mas que en el cuerpo del mundo. Deseo ser enterrado en todos aquellos lugares que visité y que aún me quedan por visitar. La cabeza entre las verdes colinas de Zemplén, el corazón en Transilvania, la mano derecha en Czarnohora, la izquierda en Spisska Bela, la vista en Bucovina, el olfato en Rãsinari, los pensamientos puede que por aquí... Así es como me lo imagino ahora, de noche, mientras el eco del torrente retumba en la oscuridad y el deshielo limpia las manchas que dejó la nieve. Recuerdo los viejos tiempos, cuando tantos y tantos se ponían en camino pronunciando nombres de ciudades lejanas, que sonaban a hechizos: París, Londres, Nueva York, Berlin, Sydney... Para mí sólo existían como marcas en el mapa, puntos rojos y negros perdidos entre los inmensos espacios verdes y celestes. No era capaz de sentir deseo por simples sonidos. Las historias atadas a ellos no eran más que ficción. Llenaban los huecos del tiempo, mataban el aburrimiento. En aquellos tiempos lejanos cualquier viaje se asemejaba a la huida. Olía a histeria y desesperación. (...)

Guisantes, “Casa de día, casa de noche”, de Olga Tokarczuk
No hace falta salir de casa para conocer el mundo- dijo Marta de pronto mientras pelábamos los guisantes en el escalón de su casa. Pregunté: ¿cómo?. Pensé que igual se refería a que bastaba con leer libros, ver el telediario, escuchar la radio Nowa Ruda, vagar por internet, ojear periódicos o participar en los cuchicheos de la tienda. Pero ella hablaba de lo vano de los viajes.

En los viajes te tienes que ocupar de ti mismo para poder salir adelante, tienes que observarte y comprobar si encajas en el mundo. Estás centrado en ti mismo, piensas en ti, cuidas de ti. En los viajes, antes o después, te topas contigo, como si fueses tú su objetivo. En tu propia casa simplemente eres, no tienes que luchar contra nada, ni intentar conquistar nada. No tienes que prestar atención a las conexiones ferroviarias ni a los horarios, puedes prescindir de las exaltaciones y de las decepciones. Te puedes colgar en una percha y es entonces cuando más puedes ver.

Dijo algo así y se quedó callada, Sus palabras me sorprendieron, porque Marta no conocía viajes más largos que hasta Wambierzyce, Nowa Ruda o Walbrzych.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Toda la razón, tiene esa Marta.

El viajero tiene un temple especial: es ese ponerse a prueba lo que le impulsa (más que ver o conocer, que es la excusa). Me produce envidia y admiración (como me las producen toda la gente de acción).

La gente normal viaja para recuperar el deseo de regresar a casa. (Allá ellos).

Yo, dice mi compañera, tengo nostalgia de mi sitio antes de haber preparado la maleta para salir. (Pobre de mí). Salvo que vaya a cosas muy concretas.

Anónimo dijo...

¡Ah! ¡¿Ya te han echado la charla!? Mi estancia en las playas fue un continuo tira y afloja con las normas.
Si no hubiera alguien que las vigilara, no sé lo que pasaría... pero si no hubiera nadie que se lo saltara, ¡vaya aburrimiento!

(hasta me siento un poco culpable, porque te pedí que metieras caña).

En fin (snif, snif), metiste caña mientras pudiste. GRACIAS.

Y muchas cosas me han gustado mucho-mucho.

Anónimo dijo...

pues sí, me soltaron una, que ni mi madre... la civilización llegó a siberia, y con ella las normas; habrá que adaptarse para que quepamos todos

NáN dijo...

ja, ja. También yo fui reprendido. Lo de los viajes. Esa eterna sala de espera... No, no es fácil. Yo tengo la mía como un laboratorio de lo más útil y apasionante. Pero no siempre fue así claro. Todo cuesta. Pero aunque seas viajera, estar bien (mejor, muy bien o muy requetebién) es algo por lo que hay que luchar. No se sabe cómo llegará. Pero lo que se quiere, llega.

Suerte. Mucho ánimo. Y buenos viajes.

Igor

NáN dijo...

No se lo digas a nadie que te lo he dicho yo, Olka: (pero creo que ya te toca poner algo de nuevo).

Tenemos tanto que saber de las gentes de allí.

Alfonso dijo...

Este comentario llega con mucho retraso, pero...

Enhorabuena, Olka, por tu traducción de Babadag (a la que he llegado curioseando por la maraña de internet). No desmerece para nada (es más, en muchos casos mejora) la mía, que saldrá publicada próximamente en España por El Acantilado. Espero tener el gusto de leer alguna tuya :)

Saludos,
Alfonso.