28 noviembre 2006

"La clase obrera va al paraíso"

Una vez me enamoré de una trotskista.
Me gustaba estar con ella
porque me hablaba de Marx,
de Engels, de Lenin
y, desde luego, de León Davidovich.
Pero, más que nada,
porque estaba en verdad como quería.
Tenía las piernas más hermosas de todo el
movimiento comunista mexicano.
Su senos me invitaban a
mantener con ellos actitudes fraccionales.
Las caderas, que eran pequeñas, redondas,
trazadas por no sé qué geometría lujuriosa,
lucían ese movimiento binario
que forma cataclismos en las calles populosas.
Un día, cuando me platicaba que:
''Lenin había visto con lucidez
que la época de los dos poderes llegaba a su fin",
yo le tomé la mano;
ella continuó:
''Pero el problema básico
era la concientización de los soviets".
Yo no despegaba los ojos de sus senos.
Un botón de audacia meditaba
y me vuelvo un hombre rico.
Y ella proseguía:
''Había que reforzar el papel de la vanguardia".
No me pude contener
y la estreché a mi cuerpo, con la boca de cada poro mío
buscando otros iguales en su carne.


-- Fragmento de un poema de Enrique González Rojo (Ciudad de México, 1928). En su página web hay varios textos suyos para descargar (desafortunadamente no se puede encontrar completo en Internet el de la presente nota).

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Uno, Gerardo, se va a abrir la noche por la calle, para llegar a las 8 o 9 horas de estupidez con algunos intercalados interesantes (M, Lupita y 5 ó 6 personas de bandera), ponerse los auriculares y conectar con una blogradio para oír, por ejemplo, Coltrane, o Julieta Venegas o, como ayer, 4 horas seguidas de Dub Asian Foundation, y leer textos tan absurdos que uno no se los puede ni creer... ¡qué larga la frase, ¿no?!... pues uno hace todo eso mucho más contento gracias al poema de los senos y la vanguardia. Y sale, ¿por qué no? ¡Qué carajo! pensando que a lo mejor hoy va a tener ese botón de audacia.

En cuanto mi jefe, que de cuarenta mesas ha tenido que elegir la de mi lado, pegada, que le voy empujando hacia la suya los diccionarios que no uso y las bolsitas de azúcar que robo de los bares en cantidades enormes porque una vez, hace tres años, me tuve que tomar un té sin azucar y la neurosis es la neurosis... en cuanto mi jefe, decía, se vaya a hacer pis o a una reunión, a Internet de cabeza a ver poemas de ese bendito.

Gracias

(reconocerás el esfuerzo para que nos vayamos conociendo).

Lara dijo...

Dile a tu jefe que se apunte a las Playas.

Buenos los senos, sí. A investigar. Yo me hago militante de lo que haga falta para causar efectos dominó; sería un gusto.

Anónimo dijo...

Mi jefe (y el del otro) (jefe lejano, está varias mesas más atrás)es un Bertín Osborne capitalino, de amplia sonrisa e intenciones desconocidas. ;)

Enamorarse de una comunista debería ser obligado por ley.

Al menos una vez en la vida, como el hajj a La Meca.