24 octubre 2006


Cuando me preguntan que en qué creo, siempre me acuerdo de este cuento de Borges. El todo en una pequeña "esfera tornasolada"!:

En la parte inferior del escalón, hacia la derecha, vi una pequeña esfera tornasolada, de casi intolerable fulgor. Al principio la creí giratoria; luego comprendí que ese movimiento era una ilusión producida por los vertiginosos espectáculos que encerraba. El diámetro del Aleph sería de dos o tres centímetros, pero el espacio cósmico estaba ahí, sin disminución de tamaño. Cada cosa (la luna del espejo, digamos) era infinitas cosas, porque yo claramente la veía desde todos los puntos del universo. Vi el populoso mar, vi el alba y la tarde, vi las muchedumbres de América, vi una plateada telaraña en el centro de una negra pirámide, vi un laberinto roto (era Londres), vi interminables ojos inmediatos escrutándose en mí como en un espejo, vi todos los espejos del planeta y ninguno me reflejó, vi en un traspatio de la calle Soler las mismas baldosas que hace treinta años vi en el zaguán de una casa en Frey Bentos, vi racimos, nieve, tabaco, vetas de metal, vapor de agua, vi convexos desiertos ecuatoriales y cada uno de sus granos de arena, vi en Inverness a una mujer que no olvidaré, vi la violenta cabellera, el altivo cuerpo, vi un cáncer de pecho, vi un círculo de tierra seca en una vereda, donde antes hubo un árbol, vi una quinta de Adrogué, un ejemplar de la primera versión inglesa de Plinio, la de Philemont Holland, vi a un tiempo cada letra de cada página (de chico yo solía maravillarme de que las letras de un volumen cerrado no se mezclaran y perdieran en el decurso de la noche), vi la noche y el día contemporáneo, vi un poniente en Querétaro que parecía reflejar el color de una rosa en Bengala, vi mi dormitorio sin nadie, vi en un gabinete de Alkmaar un globo terráqueo entre dos espejos que lo multiplicaban sin fin, vi caballos de crin arremolinada, en una playa del Mar Caspio en el alba, vi la delicada osadura de una mano, vi a los sobrevivientes de una batalla, enviando tarjetas postales, vi en un escaparate de Mirzapur una baraja española, vi las sombras oblicuas de unos helechos en el suelo de un invernáculo, vi tigres, émbolos, bisontes, marejadas y ejércitos, vi todas las hormigas que hay en la tierra, vi un astrolabio persa, vi en un cajón del escritorio (y la letra me hizo temblar) cartas obscenas, increíbles, precisas, que Beatriz había dirigido a Carlos Argentino, vi un adorado monumento en la Chacarita, vi la reliquia atroz de lo que deliciosamente había sido Beatriz Viterbo, vi la circulación de mi propia sangre, vi el engranaje del amor y la modificación de la muerte, vi el Aleph, desde todos los puntos, vi en el Aleph la tierra, vi mi cara y mis vísceras, vi tu cara, y sentí vértigo y lloré, porque mis ojos habían visto ese objeto secreto y conjetural, cuyo nombre usurpan los hombres, pero que ningún hombre ha mirado: el inconcebible universo.
Jorge Luis Borges, El Aleph (1949)

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Bestial.

MSalieri dijo...

Esto es otra cosa... :D

¡El megaultrateradestroyerpixel universal!

Olé.

Lara dijo...

Por lo que veo, Marco, estamos todos empeñados en sacarte lacitos rosa de las orejas.

MSalieri dijo...

Me vais a comer todos el dulce recubrimiento carnoso de mi irresistible y pantocrático tracto urinario... :)

Lara dijo...

Marco, ¿tampoco Luis Cernuda?

Miguel Marqués dijo...

En realidad es como una cápsula joipoi por usb con setecientos trillones de gigas xd

MSalieri dijo...

No he leído a Cernuda, así es que lo acepto por desconocimiento... (hasta nueva orden).

NáN dijo...

Déjame decirte aquí, Telepaco, en el post descolocado, que Neruda me produce ciertos problemas (la crítica absúrdica de ese primer verso que hice en esa sesión de casi-abrazos con Miguel da idea de ello). Y, más paranoico todavía, no mejoró nuestra relación la película del cartero: me dan gato esos personajes importantes que se dejan querer demasiado por las aparentemente personas menores y luego las abandonan. Ya, ya, una película, ¿no?

Y prefiero decírtelo aquí, porque has puesto un magnífico poema que, aquí, me parece mucho más cercano, como dicho más para todos nosotros.

Telepaco, "Llame ahora mismo y sin tardanza le llevamos el poema que necesita. Especialistas en Cernuda".
Bienvenido.